Capítulo XVII

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"Pero así como el amor te corona, también te crucifica. Así, como te ayuda a crecer, también te poda" – Franz Kafka








Dos días después de haber recibido esa foto, mientras estaba desayunando sola en casa, mi celular sonó con una llamada entrante de Caitlin. Al principio me sorprendió, pero luego recordé que cuando estuvieron en el hospital, habíamos acordado que iría a visitarlas. Ella me invitó a su casa tan pronto le pregunté sobre cómo se encontraba Alice. Al parecer, la niña se encontraba tan bien que ya le estaba exigiendo a su madre que me contactara para ir a verla. Eso me puso tan feliz, que acepté inmediatamente. La llamada fue ayer.

Así que, en estos momentos me estoy arreglando para ir a ver a ese pequeño angelito que se robó mi corazón.

– Yo solo espero que el chico sea caliente – dice Lee entrando a mi habitación. Yo la miro por el espejo y ruedo los ojos.

– ¿Quién dijo algo de un chico? – le pregunto. Ella se sienta sobre mi cama.

– Bueno, pues te estás arreglando para una cita, ¿no? – deduce. Me giro hacia ella y niego.

– Una mujer no tiene que tener una cita para arreglarse bien, ¿o sí? – respondo. Lee se encoge de hombros.

– Creí que era una cita.

– Te equivocaste, mi querida Holmes. Voy a visitar a Alice.

– Oh.

– Sí, oh.

– Por eso estás tan feliz – ahora es mi turno encogerme de hombros.

– ¿Qué puedo decirte? Ella me hizo quererla demasiado.

– ¿Quién te hizo quererla demasiado? – pregunta Kay, entrando a la habitación. Se sienta junto a Lee y ambas se me quedan mirando.

– La niña que cuidó Ana en el hospital. La pequeña Alice – responde Lee.

– ¿Irás a visitarla hoy?

– Sí, Kay. Ayer hablé con Caitlin y me pidió que fuera, y yo, obviamente no me iba a negar.

Mi amiga sonríe y luego mira a Lee, quien se encoge de hombros.

– Esperamos que te vaya bien, Ana. Llama cuando hayas llegado, porque estaremos en casa de mi mamá, ¿de acuerdo? – dice Kay.

– ¿Por qué van a estar allá? – pregunto.

– Adrian quiere hacer una fiesta y nos pidió ayuda. ¿Vendrás, cierto? – habla Lee.

– Supongo que sí. Adrian me envió un mensaje invitándome, así que no lo rechazaré.

– No tengo que preocuparme sobre ti llevándole la corriente a mi hermano, ¿verdad? – me encojo de hombros.

– Tal vez otros aires me ayuden a olvidar todo lo que ha sucedido.

– Sé que te ayudarán, pero...

– Pero, ¿qué? – pregunta Lee.

– Pero es mi hermano de quien hablamos.

– Lo sé, Kay. No pretendo hacerle daño, confía en mí.

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