Epílogo

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(Max)

"Baby, I can see your halo. You know you're my saving grace. You're everything I need and more, it's written all over your face. Baby, I can feel your halo. Pray it won't fade away." – Halo. Beyoncé





Un año después







– Max, tengo un solo pedido para ti: cuida a mis chicas. Alice y Ana te necesitan. Y... – el resto de lo que dice mi hermano Cameron, se pierde de mis oídos cuando lo escucho usar el término mis chicas. A pesar de que está muerto, me sigue cabreando en muchos niveles, que se refiera a Ana como suya. Una vez, puede que Ana lo haya sido, pero ahora era mi turno de amarla. Y no solo a ella, sino también a Alice. Mi mente vuelve a la tierra, cuando Cameron pronuncia las siguientes palabras: ­– Te amo, Ana. Te amaré siempre.

Miro hacia la pantalla y veo que Cam pone una mano sobre el lente, haciendo que se ponga negra. Ana pausa la grabación y se gira en mi dirección.

– ¿Qué piensas? – me pregunta nerviosa. Se ve preciosa cuando está nerviosa. De hecho, ella se ve preciosa de cualquier forma. Tiene miedo de que me ponga como un loco, a despotricar de mi hermano. No lo haré, ese tiempo ya pasó. Ahora soy padre y debo madurar.

– Mi hermano estaba jodidamente loco, pero en verdad te amaba.

– Eso mismo pensé yo – suelta un suspiro y observa a Alice, dormida sobre mi pecho.

Esta tarde, cuando Ana dijo que tenía algo para mostrarnos que era de Cameron, la pequeña se puso demasiado contenta. Tuve celos al principio, pero luego me di cuenta que era estúpido sentir celos de su verdadero padre; ella siempre lo adoraría. Alice se negó a ir a dormir, porque quería ver lo que sea que se tratara de su papá, pero no resistió mucho despierta.

– La llevaré a la cama, no quiero que amanezca dolorida por haber dormido tanto tiempo incómoda.

– No te preocupes, yo la llevo. La pelea de hoy fue dura y debes estar agotado. Quédate aquí y espérame.

– ¿Estás segura?

– ¿Tú qué crees? – contrarresta. Se inclina hacia Alice y la levanta en sus brazos. Sus manos la tocan con tanto cuidado, como si fuera una muñeca que en cualquier momento pudiera romperse. A veces, yo pienso lo mismo. Solo que Ana lo hace con tanto amor, que me sorprende.

Hace un año, cuando murió Caitlin, Ana no se rompió a llorar, como yo esperaba que lo hiciera. En cambio, se volvió la mujer fuerte y decidida que Alice necesitaba para que la muerte de su madre no le afectara tanto. Desde entonces, ella ha sido una extraordinaria madre. Cada día le demuestra su amor a Alice y yo caigo un poquito más profundamente enamorado.

Ana camina hacia la habitación de Alice, escucho que cierra la puerta tras ella. Cuando lo hace, cojo el control remoto y le doy play a la grabación.

Sé que hay algo más, conozco demasiado bien a mi hermano. Espero unos segundos más, hasta que veo que la imagen en la pantalla se mueve, cuando Cameron quita de nuevo la mano del lente.

– Así que, aquí estamos, Max. Solo tú y yo, porque sé que Ana no está viendo esto contigo.

Ambos conocemos demasiado bien a la mujer que amamos y sabemos que Ana no es de las personas que espera hasta que una película finalice con sus créditos, sino que una vez sabe que es el fin, deja de mirarla.

– Aprovecharé los pocos minutos que tengo, mientras ella no está para decirte algo que mantenía solo para mí.

– ¿Y eso era...?

– Cuando estaba vivo, nunca pude decirte lo mucho que te envidaba. Envidiaba lo mucho que amabas a Ana, aun sabiendo que ella no sentía nada por ti, pues siempre supiste que estaba enamorada de mí. Por eso la molestabas cada vez que podías, ¿verdad?; y cuando ella estaba cerca, intentabas no mirarla, porque te dolía que no fuera a ti a quien ella miraba con adoración. ¿Qué? ¿Creíste que nunca me daría cuenta? Pues lo hice, Max. Y estaba envidioso de los sentimientos que tenías por ella, porque yo no la amé desde que éramos pequeños, tú sí. Era un jodido egoísta, no quería que la amaras. Pero lo hacías de todas formas, ¿no? Confirmé mis sospechas cuando me golpeaste por haberme acostado con Caitlin, cuando me hiciste prometerte que le contaría la verdad a cerca de Alice y luego, cuando te enojaste conmigo, el día que te dije que tenía cáncer.

– Joder – susurro.

– Lo que aún me pregunto, es porqué nunca le confesaste tus sentimientos. ¿Tenías miedo o era otra cosa? No, era otra cosa. La amas tanto, que cuando comprendiste que ella estaba enamorada de mí, preferiste dejar a su corazón ser feliz, amándome a mí, ¿o me equivoco? Sé que no lo hago. Si estás viendo esto, es porque morí y no habrá forma en la que yo sepa si te lanzaste en la lucha por su corazón. Pero, aún si no puedo verlo, quiero que lo hagas. Es tu turno, Max. De hecho, ella siempre fue tuya, solo que Ana no lo vio, porque yo fui tan egoísta de enamorarme de ella. Quiero que la ames y la protejas, como yo no puedo hacerlo en estos momentos – mi hermano mira hacia arriba y se toca la barbilla. Hace muecas, pensando en qué más me puede decir. Vuelve a mirar hacia el frente y sonríe. – Este soy yo, dándote mi bendición para que tomes lo que siempre te perteneció. No me queda nada más por decir, así que, adiós hermano.

Esta vez, la grabación se detiene. Aprieto las manos en puños sobre mis piernas, intentando descifrar en qué momento Cameron se dio cuenta de mis sentimientos por Ana. A la mierda, esto. Ya no importa.

– ¿Sigues despierto? – me pregunta Ana, asomando la cabeza desde la esquina de una pared. La miro y asiento, sonriéndole. – Bien, porque aún tengo una lista que llenar.

– Pues ven aquí, te ayudaré a cumplir los locos deseos de mi hermano – ella se ríe por mi comentario y camina hacia mí. Tomo su mano y la jalo hacia mi regazo. Ella cae contra mi pecho y no permito que se mueva de allí.

Pone ante mi vista una hoja arrugada, que desdobla y me deja ver. En ella, se pueden leer las tres cosas que Cameron le pidió hacer:

1. Ir a su casa.
2. Hablar con él.
3. Realizar una cena familiar.

La única diferencia que hay en esta lista, desde hace un año, es que Ana y yo agregamos una última cosa:

4. Amarnos incondicionalmente.

Los tres primeros números tienen una equis en frente, indicando que se han cumplido. Sin embargo, el número cuatro no tiene nada. Así que, Ana me pasa un lápiz y relleno el espacio junto a este, con la última equis.

– Te amo, Max – dice, girándose en mis brazos y plantando un suave beso sobre mis labios. Me gustan ese tipo de besos.

– También te amo.

FIN

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