CAPÍTULO 14

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Capítulo 14: Sangre y vómito de pánico

Cuando llegamos a la mansión Stoker, Pontianak y Valak ya estaban en la puerta esperándome

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Cuando llegamos a la mansión Stoker, Pontianak y Valak ya estaban en la puerta esperándome.

Se me hacía un tanto cómico verlos a los dos juntos, después de que me había involucrado sin pensar con los dos, aunque tenía que admitir que lo de Valak había sido mero capricho, y nunca más se repetiría.

Pontianak estaba recargado en el umbral de la puerta, y Valak sentado en los escalones de la entrada, con su sonrisa siniestra mirando fijamente el auto. Esa sonrisa que me habría parecido macabra en otros tiempos, ahora me reconfortaba de cierta manera. Era tan única y reflejaba la naturaleza del alma del pelirrojo.

Bajé del vehículo consciente de que ambos vampyr estarían deseosos de atacarme con preguntas, pero fue Pontianak quien habló primero.

─¿Por qué vienes con Nayla en tu auto? ─le preguntó a su hermano.

─La encontré de camino cuando venía hacia acá ─respondió, para luego ignorarlo e ingresar a la mansión.

Nak abandonó su posición y se dirigió a mí en tiempo récord.

─¿Estás bien? ─me preguntó con su tono de siempre, desde una distancia en la cual no podía ni siquiera olerlo.

─Sí ─respondí, extrañada de su distanciamiento.

─Nayla, querida, siempre es un placer verte ─dijo Valak acercándose, tomando mi mano derecha y besándola haciendo una reverencia.

─Hola, Valak ─le respondí sonriendo.

─Vamos al laboratorio, hay algo que necesitas saber ─nos interrumpió Nak, y sin esperarnos comenzó a caminar hacia el interior.

Arrugué las cejas ante su indiferencia. Los cambios de humor de Nak me ponían ansiosa, y a ciencia cierta no sabía si era culpa de su naturaleza vampyr o de su propia personalidad.

Me había cuidado el día anterior, me había besado el día anterior. ¿Cómo era posible que al parecer se hubiese olvidado de todo aquello?

Valak pasó su brazo alrededor de mis hombros, y caminamos juntos.

Jamás había estado en la mansión Stoker, no en el interior aunque sí en una de sus bodegas, y hasta ese instante jamás me habría imaginado que pisaría aquel lugar. Ingresar a la mansión fue como entrar a otro mundo.

Las paredes estaban pintadas de un color rojo vino, adornadas con cuadros de marco dorado con retratos de miembros antiguos del aquelarre Stoker. Grandes arañas de acero dorado adornaban el techo, algunas con velas y otras con ampolletas modernas.

El pasillo que nos recibía parecía no terminar, y tenía varias puertas que estaban aparentemente cerradas con llave, de una madera oscura y con diseños de enredadera talladas.

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