CAPÍTULO 32

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Capítulo 32: Más muertes

No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba con la almohada alrededor de mis oídos, pero en definitiva había pasado un buen tiempo

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No sabía exactamente cuánto tiempo llevaba con la almohada alrededor de mis oídos, pero en definitiva había pasado un buen tiempo.

No tenía cómo saber qué era lo que estaba pasando afuera, pero de seguro estaban torturando víctimas inocentes, pues los gritos no habían cesado en absoluto.

Traté de concentrarme y de llevar mi mente a otro lugar, en donde aquellos gritos no pudieran perturbarme. Me imagine a Pontianak, abrazándome, haciéndome reír como un niño, pero ni aquello pudo acallar el sufrimiento que había fuera de aquellas cuatro paredes blancas.

El tiempo pareció ralentizarse, y solo me quedó esperar a que el ruido cesara. Y demoró lo que parecieron años en hacerlo.

Tenía los ojos cerrados, apretados, cuando sentí como se abría la puerta de aquella prisión. Vasile Moldovan llevaba una bandeja en sus brazos.

Caminó con seguridad mientras la puerta se cerraba tras él, y puso aquella bandeja sobre la mesa. La verdad es que olía muy bien, pero desde mi posición fetal en la cama no podía ver mucho, pero alcanzaba a ver un vaso erguido.

Se sentó en una de las sillas, y puso ambas manos detrás de su cabeza, esperando.

No me moví de la cama. Me rehusé a pensar en siquiera probar esa asquerosa comida. Y mierda, olía exquisito, pero nadie me aseguraba que no estaría envenenada o algo así. Además, no tenía tanta hambre. Podía aguantar.

─La comida se enfría, cielo ─dijo Vasile, y aunque no lo veía, porque no quería hacerlo, sabía que estaba esbozando una maliciosa sonrisa.

No respondí.

Luego de unos minutos, volvió a hablar:

─Nayla, no hagas las cosas difíciles, debes comer o tu madre se enfadará muchísimo.

─Por mí, ella puede morirse si así lo desea ─escupí con rabia.

─¿Sabes? No había conocido nunca a alguien que odiara tanto a su progenitora ─siguió─. Mi madre no era la mejor, pero jamás pude odiarla.

Me incorporé y me senté en la cama con rapidez.

─Tú y tu estúpida madre pueden irse al infierno ─siseé.

Dejó de tener aquella expresión burlona y en un abrir y cerrar de ojos estuvo frente a mí. Me tomó de la barbilla y me hizo mirarlo hacia arriba.

─Un día de estos esa maldita boca tuya te meterá en problemas ─gruñó.

Me soltó y comenzó a caminar hacia la puerta, la cual se abrió de forma automática.

Antes de salir, se detuvo y me dedicó una mirada nuevamente burlona.

─Es una pena que no hayas querido conversar conmigo ─exclamó─. Pensé que quizá querías saber que a tu querida Penny se le adelantó el parto.

Y cerró la puerta de un golpe, antes de que yo me lanzara y comenzara a golpearla con fuerza.

Cuidado con lo que deseas [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora