21| Besos suaves y no tan suaves

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21| Besos suaves y no tan suaves

Emma

Había besado a Austin. Y no solo una vez, fueron muchas veces, y con cada beso estaba más que segura que mis sentimientos por él crecían cada día. Y mi miedo era no saber qué hacer con ellos.

Anoche no habíamos llegado a nada más. Simplemente nos metimos debajo de mis mantas y seguimos besándonos entre sonrisitas tontas y risitas. Aún puedo sentir ese cosquilleo agradable en mis labios cuando Austin se inclinaba hacia mí y me besaba, y el <<Me gustas mucho, Emma>> se seguía repitiendo en mi cabeza como un disco rayado.

Unas horas después, nos quedamos dormidos con mi espalda contra su pecho y su mano descansando en mi abdomen. 

Sentía que era todo demasiado bonito para ser verdad, y al menos dos veces me desperté durante la noche para comprobar que todo no se haya tratado de un sueño mío, pero no lo era, porque Austin seguía allí, durmiendo plácidamente sin dejar de abrazarme. Creo que era la primera vez en mucho tiempo que me iba a dormir sintiéndome… feliz, y es que ¡joder! Jamás me había sentido así con nadie. Ningún chico había logrado despertar esa avalancha de sentimientos que arrasaba dentro de mí cada vez que estaba con Austin. A decir verdad, ningún chico me había gustado tanto como me gustaba Austin. 

Y es que, ¡¿cómo no hacerlo?! Si me tuvo cautivada desde el primer momento en que lo vi y me ofreció entrar a robar a la casa de mi propio tío. Aunque, en ese instante, nunca se me pasó por la cabeza que íbamos a llegar a este punto. Creo que era la primera vez en mucho tiempo que la vida decidía sorprenderme para bien. 

Frunzo mi ceño cuando, al estirar la mano por la cama, encuentro el otro lado vacío. Mi corazón se detiene por unos microsegundos, pero el alivio no tarda en llegar a mí cuando el aroma a café inunda mis fosas nasales y oigo ruidos que provienen de la cocina. 

Con una sonrisita tonta, me meto en el baño para lavarme la cara, cepillarme los dientes y hacer pis. Me miro en el espejo y mis mejillas se tiñen de rojo al ver que mis labios siguen un tanto hinchados por los besos de ayer. 

Me sentía como una adolescente luego de besar por primera vez al chico que le gustaba. 

Me armo de valor y salgo del baño para meterme a la cocina. Lo primero en recibirme es su ancha espalda desnuda —porque al parecer el muy descarado se había quitado la camiseta mientras dormíamos— y llevaba unos shorts de algodón, cosa que me indicó que había cruzado a cambiarse a su casa. 

Contengo la sonrisa al verlo preparar dos tazas de café con la tarta de frutos rojos y crema que yo había cocinado el día anterior. Parecía hasta casi rutinario la forma en la que se movía con confianza por mi cocina, y eso me gustó.

Nuestros ojos se encuentran en el momento en que gira para dejar las dos tazas sobre la barra de madera. Sonríe de forma lenta y coqueta.

—Buenos días, guapa. 

—Buenos días, guapo —muerde su labio, ocultando la sonrisa— ¿Hace mucho que estás despierto?

Niega, caminando hacia mí. No me molesto en disimular cuando mi mirada baja a su torso descubierto. Los pantalones le caían de forma despreocupada por las caderas y podía ver la cinturilla de sus boxers. Evito morderme el labio y, en cambio, subo mi mirada hasta su rostro cuando lo tengo frente a mí.

—Hace como unos veinte minutos —responde—. Fui a casa a cambiarme, lavarme la cara y los dientes, y luego volví. Justo iba a ir a despertarte.

—¿Dormiste bien? —inquiero, aguantándome las ganas de besarlo.

Todo lo que somos juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora