30| Volar del nido

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Ante último capítulo :(

30| Volar del nido

Emma 

Mi mirada se desvía de la televisión hacía Austin, que entra a su habitación con una toalla colgándole de las caderas y el pelo húmedo a causa de la ducha. Con una sonrisa seductora y burlona se desata el nudo de la toalla, dejando que esta caiga al piso y quedando solo en boxers. 

Pongo mis ojos en blanco cuando lo oigo soltar una risita. 

—¿Soy yo o esperabas ver algo más? —pregunta de forma burlona, acercándose a la cama en dónde me encuentro yo. 

Había pasado la última semana con él, y creo que ya estaba más que claro que lo que teníamos iba enserio. Pasábamos bastante tiempo juntos, y la gran mayoría de las noches me quedaba a dormir en su casa o él en la mía.

Sabía que, aunque Austin se sintiera triste —especialmente estos días en los que se cumplió dos años del fallecimiento de su mejor amigo—, él intentaba estar de buen humor. Me había encargado de decirle que no era necesario y que, si él se sentía triste, no tenía por qué ocultarlo, que no pasaba nada demostrar que a veces no nos sentíamos bien.  

Sospechaba que él a veces no se permitía estar mal, y disfrazaba esa tristeza con su buen humor, intentando ignorarla. Y tampoco estaba bien hacerlo. Estos últimos meses había aprendido que lo mejor era dejar fluir nuestras emociones, en vez de intentar ignorarlas. Porque al ignorarlas, era como si estuviésemos nadando en un río a contra la corriente, y era más probable terminar ahogándonos que salir ilesos. 

Sea cuál sea la emoción que nos embargue, nos teníamos que permitir sentirla y dejarla fluir, no evadirla.  

—Tú eres el pervertido que me quita la toalla cuando salgo de bañarme, no yo —reprocho.    

Suelta una risita y con total descaro, se tumba sobre mi colocándose entre mis piernas y escondiendo su rostro en mi cuello. Inmediatamente mis brazos van hacia su ancha espalda. Su piel se encuentra caliente a causa de la ducha que se acaba de dar.  

—Tengo frío. Caliéntame. 

Sonrío. 

—¿Por qué no te abrigas?

—Porque de la forma en la que quiero que me calientes no se necesita ropa —murmura, comenzando a repartir besos por mi cuello. 

Suspiro con satisfacción y mis manos van a su cabello, tirando de él para obligarlo a unir sus labios con los míos. 

Ya había perdido la cuenta de todas las veces que lo había besado los últimos días. Y por más que nuestros labios ya se hayan encontrado una y otra vez, seguía sintiendo la misma explosión de sentimientos en mi cuerpo que sentí la primera vez. 

Sus labios se movían sobre los míos con calma, hasta me atrevía a decir que de una forma dulce. Nos tomamos nuestro tiempo para explorar la boca del otro, para repartirnos besos por la mandíbula y el cuello, y de nuevo volver a los labios. 

Era la primera vez que besaba a alguien con tanto… amor. 

Nos separamos con la respiración algo acelerada y, a pesar de que su excitación era bastante notoria, él de todas formas se acomoda a mi lado, atrayéndome hacia su cuerpo y cubriéndonos con las mantas. 

Su mano esconde un mechón de pelo detrás de mí oreja y baja a mi mejilla donde la acaricia con cariño. Era capaz de lograr que me derrita delante de él tan solo mirándome de esa manera. Nunca había sentido que alguien me mirase con tanta adoración como Austin lo hacía.

Todo lo que somos juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora