2|El chico que da permiso para robar

2.7K 164 73
                                    

     2|El chico que da permiso para robar

Emma

Positano era un pueblito en un acantilado de la costa Amalfitana Italiana que contaba con más de 3942 habitantes. Se situaba al sur de Italia a unos cuarenta kilómetros de Nápoles. Junto con Ravello y Amallfi, es uno de los destinos turísticos más concurridos…

O eso decía Wikipedia.

Según mi tía Monet, era un pueblo en donde te podías tirar desnuda a tomar sol en el patio de tu casa y nadie te diría nada.  

Según yo, era una inmensa locura estar parada en una de las empinadas y estrechas calles con mi maleta amarillo patito en una mano y mi enorme bolso en la otra.

Siempre había sido una persona que necesitaba tener planeado todo con demasiado tiempo de anticipación. Cualquier cosa. Hasta la más pequeña, como una visita a la peluquería o hacer las compras en el supermercado. Si no planeaba las cosas con tiempo, sentía que todo se me salía de las manos y descarrilaba mi perfecta rutina que seguía al pie de la letra. Me estresaba tener poco tiempo para lidiar con determinadas cosas. Y tomar el primer vuelo hacia Positano, sin absolutamente ningún plan, creo que había sido lo más arriesgado que había hecho en mis cortos veinte años.

No es que me haya tomado un vuelo hacia Italia al otro día de que mis tíos me lo hayan propuesto, sino que me di un tiempo para pensarlo; exactamente una semana, que fue lo que Monet me permitió tardarme porque, según ella, cuanto más lo pensaba, más vueltas iba a darle al asunto y más contras iba a encontrarle. Y ella estaba en lo cierto, porque tenía esta maldita manía se sobre pensar las cosas a tal punto de no poder dormir por las noches o desvelarme a mitad de la madrugada para seguir haciéndome la cabeza.

Así que luego de, quizá, tomar la decisión más estúpida y arriesgada de mi vida, Monet me regaló el pasaje de avión y me ayudó a explicarle a mi familia el por qué me venía a Italia solo con un pasaje de ida. Está más que claro que no les pareció muy buena idea, solo mi hermano se mostró bastante entusiasmado con ella, pero eso se debía a que iba a poder usar la televisión de mi habitación el tiempo que yo no este.

Pero, por más que haya tomado esta decisión sin darme una racha larga de tiempo para pensar, no significaba que ahora no esté pensando que todo esto es una muy mala idea. Porque en el momento que puse un pie fuera del taxi, mi mente comenzó a maquinar y darme todas las razones por las cuáles esto podría salir mal.

A veces me gustaría tener el poder de apagar mi mente y estar tranquila por unas cuantas horas. De la única forma en que me las ingeniaba para no pensar mucho sobre mi vida era durmiendo, pero tampoco venía haciéndolo muy bien últimamente.

Miro, de nuevo, la dirección de la casa del tío Matt en el papelito que ya está arrugado de tanto apretarlo durante todo el vuelo. No sé dónde demonios queda y ya puedo sentir el pánico inundarme al no tener la más mínima idea de hacia dónde ir.

Tomo una respiración profunda y con dificultad, comienzo a arrastrar mi maleta por la calle. A la primera persona que me cruce, le preguntaré por la dirección de la casa que ahora será mi hogar por un tiempo. Era un pueblito pequeño, estaba segura que todos sus habitantes lo conocían como la palma de su mano.

Permito deleitarme con las vistas que me rodean y tengo que admitir que Positano era un lugar hermoso. Nunca antes me había tomado las molestias de buscarlo en internet y si no fuera por mis tíos, tampoco sabría de él. Estaba segura de que las fotos de google no le hacían justicia al tenerlo en vivo y en directo.

Todo lo que somos juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora