Epílogo

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Epílogo

Austin 

1 año después

—¡No se olviden de practicar lo que les dije! —les advierto, antes de que salgan de la cancha hablando entre ellos y sin prestarme atención.

Adolescentes. Ni yo recordaba haber sido tan… complicado. 

Ruedo mis ojos y me agacho para recoger uno de los balones que se encontraba en el piso, pero me detengo al ver quién se acerca caminando. Una sonrisa tira de mis labios a medida que va llegando hasta dónde estoy yo. 

Acababa de salir de su clase de cocina, las cuales tenía todos los días menos los viernes y fines de semana. Nuestra rutina se trataba en venir ambos a Sorrento y, mientras que ella iba a la escuela para chefs, yo entrenaba a los chicos. Luego nos volvíamos juntos a casa. 

Sí, Emma ahora vivía conmigo en mi casa. Hace ya unos meses había decidido mudarse. Aunque, prácticamente ya había estado viviendo en mi casa desde el año pasado. La única diferencia es que no había trasladado todas sus cosas como ahora. 

—Lo siento, pero el entrenamiento ya se acabó —digo en tono neutro, mirándola de reojo. 

Ella sonríe, divertida. 

—¿Y no hay oferta para clases particulares?

—Depende, ¿cuánta ropa piensas usar en las clases particulares?

Suelta una risita y se pone en puntitas de pie, dejando un casto beso en mis labios. Mi mano viaja directa a su cintura y allí la dejo. 

—Tienes olor a chocolate —murmuro, enterrando mi nariz en su cuello. 

—Es que hoy toda la clase se trató de chocolate —explica— ¿Cómo estuvo el entrenamiento?

Miro por sobre mí hombro, donde mis alumnos estaban demasiados concentrados en mi novia. Les frunzo el ceño y ellos me sonríen con burla. Siempre que Emms aparecía, se quedaban demasiado embobados mirándola. Creo que tenían una especie de crush con ella o algo parecido.

Tampoco es que los podía culpar, si yo la miraba igual de embobado que ellos.   

—Bastante bien. Aunque Mateo tenía razón respecto a sus descontroladas hormonas. Cada vez que explicaba algo, tenía que llamarles la atención para que dejen de mirar a las chicas que juegan al voleibol. 

Creo que había sido un grave error que ambos equipos entrenasen a la misma hora y que, además, sus canchas estén una al lado de la otra. Con Mateo, literalmente, teníamos que estar atentos a todos porque a veces se les daba de listos y se escapaban a los vestuarios o a los baños. 

Al menos solo los había encontrado besándose y no haciendo otras cosas. 

—¿Y tú? —le repaso el rostro con la mirada. Joder, era preciosa— ¿Cómo estuvo la clase?

Sus manos se envuelven en mi cuello y las mías envuelven su cintura, pegándola más a mí. Ruedo los ojos cuando escucho risitas y silbidos a mis espaldas. 

Emma mira detrás de mí y sus mejillas se sonrojan levemente. 

—Bien. La semana que viene tengo examen, así que tengo que estudiar —suelta con fingido pesar. Ella y yo muy bien sabíamos que le encantaba estudiar. 

Le quedaba un año para acabar con la carrera, y no podía evitar que se me infle el pecho de orgullo porque mi chica era una genio. Le iba increíblemente bien y todas sus notas eran buenísimas, además de que seguía trabajando en la cafetería de Maggie y también hacia encargues de pedidos. 

Todo lo que somos juntos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora