Capítulo XX. La alianza los kitsunes y la Shikon no Miko.

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Cuando Toramaru abrió los ojos, preso de su adolorido cuerpo, e intentó levantarse de golpe al recordar todo lo que había pasado hacía un buen rato. Primero recordó el momento en el que presentó a su hermano ante todos en la plazuela de la villa para que fuese castigado, después aquella horda de monstruos y el terrible poder de esa sacerdotisa que acompañaba a Tomoe.

—Tranquilo hermano, no te muevas—la suave voz de Haji llegó a sus oídos y se tranquilizó al saber que estaba en un lugar a salvo—. Todos los heridos están siendo tratados por las sanadoras y los fallecidos están...

El pelinegro sin abrir los ojos frunció el ceño molesto—. Entiérrenlos y mañana haremos un homenaje.

—Tomoe...

—¿Por fin recibió su merecido por parte de su ama?

No pudo ver que Haji sonrió ante la broma de mal gusto que hizo, pero no pudo evitar quejarse ante el terrible dolor en todo su cuerpo.

—Tienes mucha fiebre—dijo el peli plata con suavidad—. Yo sé que eres fuerte hermano, pero necesitamos ir a recoger algunas plantas medicinales para poder curarlos a todos... y no, Tomoe está muy mal herido al igual que su ama.

—Esa mujer... es un peligro.

—Deberíamos tenerla como aliada y no como enemiga. Deja ya el tema de nuestro hermano o las cosas podrían ponerse peor.

—Yo decidiré que es mejor para la tribu—una vez más se quejó de dolor al intentar moverse—. ¿A todo esto dónde estamos?

—En la cueva cercana a la villa... todo quedó hecho polvo—soltó con dolor en su voz.

Y es que la villa del sur era una de las más hermosas de todas las tribus kitsunes, estaba bien custodiada y lejos de los seres humanos, tenían un amplio sistema de cultivo, sabían pescar y tenían un gobierno muy parecido al de las aldeas de humanos. A diferencia de que ellos no buscaban guerrillas ni pleitos como estos, se mantenían en una zona neutra de los puntos cardinales para no entrometerse con los lores youkais.

—Ma-maldición—el pelinegro intentó reincorporarse pero no pudo moverse.

—Tienes varias costillas rotas y un brazo, hermano. El Rey Demonio estuvo a punto de matarte a no ser porque Kagome-sama peleó—dijo Haji con agradecimiento pero mezclado con preocupación—. Esa mujer es... la legendaria sacerdotisa.

—Ella no es la creadora de la Perla de Shikón—sentenció este de mala gana—. Esa mujer murió hace muchísimos años... pero también hubo algo diferente en esa batalla.

—¿A qué te refieres?

—Hay deidades involucradas en todo esto y eso no es bueno para la tribu. Los dioses siempre piden mucho a cambio y no me gusta.

Haji se quedó viendo a su hermano, tumbado en aquel tatami improvisado de hojarasca.

—Ordenaré que vayan a buscar las hierbas medicinales para que podamos preparar los remedios y sanar a todos.

—Que atiendan bien a Tomoe y su mujer—fue lo último que Torarmaru dijo antes de quedarse profundamente dormido gracias al dolor y cansancio que sentía después de tremendo enfrentamiento contra Akuraou.

El peli plata asintió y se quedó mirando curioso cuando ante sus ojos pasó una pequeña mariposa envuelta en un aura divino. Quizás su hermano mayor tenía razón, los dioses querían algo.

Pero en esos momentos no tenía cabeza para pensar en lo que el kitsune le había dicho, tenía que concentrarse en darle sepultura a los fallecidos, y curar a los heridos, en pocos días tendrían que reconstruir todo... y sobre todo, agradecer a la poderosa miko. Ah... y también ver que hacían con los intrusos recién llegados.

Bajo los Cerezos| CROSSOVER| Tomoe&Kagome CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora