Capítulo XVII. El Corazón de una miko.

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—¡Oh vamos ponte esta gorra!—pidió Kagome al kitsune.

Tomoe se había negado rotundamente, había aceptado utilizar esa rara ropa que todos en la familia de la miko solían usar. Llevaba puesto un pantalón recto de color negro y una camiseta de manga corta, pero no se pondría por nada del mundo esa gorra apestosa. ¡Olía a las pulgas de InuYasha! Y él no se iba a mezclar con ese despreciable mitad bestia.

¡Ah te dije que no, Kagome!—ambos se habían olvidado un momento de la incomodidad que los embargaba.

Ante la mirada divertida del abuelo, Naori y Souta.

Parecía que ellos estaban muy acostumbrados a ese tipo de escenas, así que cada uno se puso a hacer sus actividades, el abuelo se dirigió al patio para recortar un poco la hierba, Naori se dirigió a la despensa para ver que hacía falta y Souta había salido a jugar con unos amigos suyos, mientras que aquel par discutían por la dichosa gorra.

—¡Pero qué tiene! ¡No saldrás a la calle así!—exclamó la sacerdotisa con el ceño fruncido y señalando las orejas del youkai.

—¡No me obligaras! ¡Además esa maldita cosa apesta a InuYasha!—dijo enfurruñado, se cruzó de brazos ante la miko.

Entonces ella comprendió que todo el lío se debía al olor impregnado del hanyou en la prenda. Sonrió ante la cómica situación.

—Está bien...

Tomoe quien estaba listo para seguir discutiendo se sorprendió ante el cambio de la chica—. ¿Está bien dices?—parpadeó seguido.

—Si... iré a buscar a la habitación de Souta para ver si él tiene otra gorra que pueda prestarnos.

—No me voy a poner nada—volvió a discutir y observó como la venita en la frente de la chica se hinchó por la negativa—. No es necesario, puedo ocultar mis facciones youkai fácilmente—dijo sin mucho interés, metió su mano dentro de la manga de su obi y sacó una hoja—. Observa.

Un pequeño poof en su cabeza y las puntiagudas orejas desaparecieron, al igual que las garras, dando forma a sus dedos. Redondos y de uñas pulcramente pequeñas y Kagome se sorprendió, sin poder evitarlo su rostro se coloreó al sentir esas mariposas traviesas en su estómago. Tomoe se veía muy bien, se había dejado el cabello largo pero con la diferencia de que ya no tenía rasgos de youkai.

Parecía un humano cualquiera.

—¿Contenta?—preguntó el kitsune, sonriendo de medio lado al notar el nerviosismo de la chica, ambos se dieron cuenta que para ese punto se habían acercado más de lo normal.

La miko podía sentir el perfume de Tomoe, y todo su interior vibraba hechizado, y para él no era diferente. Esa mañana había despertado demasiado sensible, gracias a la herida en su espalda, pero además su cuerpo reaccionaba ante la cercanía de la azabache y todo su interior se removía perturbado. Incluso había detectado el cambio de aroma en Kagome, alcalino... salino, peculiarmente ácido y femenino. Cuando se dio cuenta casi se lanzaba encima de la sacerdotisa, pero se detuvo.

Sabía que ese cambio en la chica se debía a él.

Como ahora al tenerla tan cerca, sus labios de color cereza se le antojaban tan irresistibles. Era hermosa.

—De-deberíamos i-irnos—dijo la chica completamente nerviosa, se alejó rápido de Tomoe para evitar esas descargas furiosas en su cuerpo. Él la estaba afectando demasiado, se hallaba tan turbada desde la noche anterior.

—¡Hija esperen!—exclamó Naori saliendo de la cocina, aliviada Kagome sonrió a su madre para ver que quería—. Ya que le mostrarás la ciudad a Tomoe. ¿Podrías hacerme estas compras?—preguntó mientras tendía a la chica una pequeña notita.

Bajo los Cerezos| CROSSOVER| Tomoe&Kagome CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora