Capítulo II. Necesidad

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La miko, observó como todos los aldeanos pasaban de largo frente a su campo de energía y suspiró aliviada. No los habían detectado y podrían estar un poco tranquilos, pero la pérdida de sangre en ese demonio seguía mareándola y si no se daba prisa, esa criatura podría morir.

—Ojalá y después no me arrepienta de esto—dijo mientras sacaba del interior de sus ropas, un frasquito, que contenía todos los fragmentos de la Perla de Shikon. A simple vista, el fragmento se encargaría de parar la hemorragia del hombro del youkai. E incluso era posible que este despertara por el poder de la perla.

Pero no tenía otra opción.

No podría mover al demonio, tenía gran tamaño y siendo ella más menuda era imposible que lo lograra.

Sin poner más excusas a los pros y contras, con cuidado sacó el fragmento y lo insertó donde la sangre brotaba. Frunció el ceño al ver el profundo corte en la carne del youkai—. Esta no es una herida normal... —se dijo mientras terminaba de incrustar el cristal y este resplandecía en el pecho.

Justo como pensó, la herida dejó de sangrar en cuestión de segundos y la respiración antes agitada de la criatura se volvía poco a poco calmada y regular.

—¿Ahora que voy a hacer contigo? —preguntó al inconsciente y suspiró con tristeza, pues a su mente, vino la imagen de Kikyo e InuYasha profesando su amor. 

La noche estaba bastante tranquila y los gritos de los aldeanos se encontraban ya bastante lejanos, de todas formas, era imposible que pudieran detectarlos por la barrera que levantó alrededor de los dos. Y mientras el tiempo pasaba, aquella criatura no despertaba.

—Tienes cierto parecido con... InuYasha, sobre todo por esas orejas—sabía que el youkai no podría contestarle pues estaba todavía bastante débil—. El fragmento de la perla te ayudará, el resto depende de ti—volvió a decir mientras una sensación muy fuerte la recorría con respecto a esas orejas.

Kagome suspiró con tristeza mientras toda su energía la envolvía junto al kitsune inconsciente. Por un momento tuvo la esperanza de que InuYasha la encontrara, pero no fue así. Para el hanyou, Kikyo seguía siendo muchísimo más importante que ella y nada haría que las cosas cambiaran.

¿Por qué dolía tanto el amor?

Cerró los ojos al punto del llanto y sus manos subieron a la altura de su pecho para darse apoyo a sí misma. Siempre que estaba dispuesta a encarar al peliplateado y su antecesora, toda fuerza de voluntad y fuerza se le salían por el trasero y siempre terminaba de la misma manera... observando como Kikyo e InuYasha se profesaban amor eterno y dulces besos que por más egoísta que sonara, quería que esas caricias fueran para ella.

Gracias a que decidía quedarse como una espectadora de la pareja, su corazón se desmoronaba en cada encuentro. Y siempre terminaba metida en líos por huir de InuYasha y de las miserables disculpas.

Una vez más... estaba en problemas.

¿Qué haría con ese youkai? Si lo admiraba bien, era muy parecido al dueño de su corazón. Lo único que la inquietaba era esa cola felpuda.

Sus ojos se posaron con atención en el demonio que se hacía un ovillo sobre el duro suelo. Y respiraba entrecortadamente, incluso pudo captar algunos temblores que se adueñaban del peliblanco.

—Tranquilo... —dijo con suavidad, olvidándose un momento de InuYasha y Kikyo, concentró su atención en el ser que sufría entre sueños. Respiró con profundidad y se concentró en que un poco de su reiki pudiera calmar al demonio—. ¿Quién te ha lastimado así?

Sin que Kagome se diera cuenta de lo que significaba salvar al kitsune, el hilo de tiempo estaba cambiando sorpresivamente en el futuro, no tenía conocimiento de que el haber salvado a ese zorro significara un cambio brusco en su destino.

Bajo los Cerezos| CROSSOVER| Tomoe&Kagome CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora