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Las voces se sentían como un zumbido en mi cabeza, lo unico en lo que podia concentrarme era en la foto que tenía en mis manos. Cabello rojo y alborotado, piel rosáce y ojos grandes e inocentes.

Era exactamente como lo veía en mis sueños.

Era hermoso.

–Imposible —murmuré— no puede ser.

–Es verdad, Hinata.

– ¡Dijeron que estaba muerto! —llevé mis manos a mi cabeza, quería creerlo pero se veía tan irreal.

Ino me abrazó con fuerza.

– ¿Qué es todo esto? —pregunté en un susurro.

–Es real, Hinata. ¿Recuerdas algo más?

–Si... me desmayé. Lo escuché llorar, pero...— la miré con súplica, esperando que ella pudiera darme una respuesta— dijeron que lo soñé, que fue mi imaginación. El terapeuta dijo que deseaba tanto ser madre que soñaba que estaba vivo.

La rubia relajó el ceño, estaba igual de lastimada que yo.

–Papá... ha estado todos estos años diciendo que debo olvidarme de eso. Lo escuché muchas veces conversar con el terapeuta, quería que me hiciera olvidar. Como si nunca hubiera pasado.

Todo comenzaba a tener sentido ahora.

–Mi padre hizo esto —fruncí el ceño y me puse de pie. Sentí odio, ganas de gritarle en la cara y decirle que no quería volver a verlo, pero todo esa energía se convirtió en profunda tristeza— ¿Por qué me haria eso?

–Lamento mucho que tuvieras que experimentar esto.

–Quiero conocerlo. Necesito verlo.

–...Gaara aun no sabe. Le diremos esta noche.

– ¿Cómo esta el? —pregunté , mi corazón latía como loco.

–Está bien. Es un padre excelente y Hino es un niño adorable, solía regalarme flores de mi jardín, no podía enfadarme con el por arrancarlas.

– ¿En serio? —reí a punto de llorar.

–Pero Gaara le enseñó a cuidar de las plantas. Le conseguí una regadera pequeña, ahora cada vez que viene corre a mi huerto y quiere regarlas.

–Necesito verlo, Ino. Es mi bebé.

–Lo sé, lo sé —acarició mi brazo para tranquilizarme— te haré saber cuando, también será difícil para Gaara.

Volví a casa y tome a Shukaku entre mis brazos, apenas abría la puerta comenzaba a pasearse por mis piernas. Sabía que él estaría aquí pronto, solo habían pasado un par de días, lo suficiente para investigar donde estaba y tomar un avión a Japón. Hanabi ya me había informado que no había llegado a casa.

Sabía de lo que era capaz, pero nunca imaginé que llegaría tan lejos.

Por la madrugada, golpearon mi puerta. Suspiré y abrí, entró empujando la puerta, mirándome furioso y agitado. Neji estaba tras de el.

– ¿Te volviste loca? —exclamó— ¿escapar, en medio de la noche?

Me crucé de brazos y me mantuve en silencio.

–Empaca tus cosas. Volverás de inmediato, los pasajes de avión están listos.

–No iré a ningún lado.

–No seas infantil —dijo con una mueca de desagrado.

– ¡Sé todo! —grité. Frunció el ceño y palideció.

Mala InfluenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora