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Le conté todo, cómo Akatsuki nos usó desde niños, mi rehabilitación en la penitenciaría juvenil, la insistencia en que volvamos a trabajar para ellos, su expresión cambiaba conforme avanzaba la historia y al final, su cara no tenía expresión alguna.

- ¿Hina?...-tomé su mano.

Pero ella la corrió hasta llevarla a su pecho.

-No volverás con ellos, ¿c-cierto?

-No.

- ¿Son muy peligrosos? -preguntó con una mirada de preocupación.

-No -mentí.

- ¿Akatsuki solo hace eso?

-Bueno... -carraspeé antes de seguir hablando- no quiero hablar sobre eso, pero de vez en cuando viajaba con Naruto y Obito, para... Bueno, ya sabes, negocios.

- ¿Q-Que decían tus hermanos?

-No sabian nada, no somos ese tipo de familia, solo hasta que tuve... una sobredosis, pero solo supieron eso.

- ¡¿P-Por qué no hacían nada?! -exclamó, empuñando sus manos sobre su pecho.

-No es su culpa, Hinata. No lo saben.

-Pero...

-Hinata, cálmate -dije agarrándola de los brazos, ella me miró sorprendida de mi arrebato.

-S-Solo... No puedo creer que pasaras por eso -susurró colocando su cabeza en mi pecho.

La abracé y apoyé mi mentón en su cabeza, más aliviado de que ella no se asustara, o peor, pedirme que me alejara.

-Eres más impredecible de lo que pensaba -dijo pasando sus brazos alrededor mío.

-En realidad -besé su mano con delicadeza, como se debía tratar a alguien tan dulce como mi Hinata -te mereces a alguien mejor que yo.

Negó con la cabeza.

-No digas eso, te quiero y eso no cambiará solo porque hayas tenido un pasado difícil -afirmó sin tartamudear ni dudar de sus palabras, la observé sorprendido por un momento hasta que noté que su sonrisa era por el sonrojo que me habían provocado sus palabras, desvié la mirada, sentí mi cara un poco más caliente por ser descubierto y la dulce risa de diversión de Hinata.

- ¿Crees que vamos muy rápido? Con esto, nosotros -bajé la manta y observé el cielo.

-No, estamos bien -se acercó y besó mi mejilla.

Se durmió en mis brazos, la observé un momento y quité los mechones que caían sobre sus ojos antes de seguir mirando el cielo estrellado.

La razón por la que aún no podía dormir era que no me he inyectado en más de ocho horas, no traía nada conmigo, mi espalda sudaba y no podía dejar de hacer sonar los huesos de mis dedos. Tenía que esforzarme por dormir, no podía simplemente dejar sola a mi novia por una estúpida adicción.

Hinata se levantó bruscamente, estaba agitada. Me miró con miedo y desesperación en sus ojos.

-No me siento bien, Gaara...

- ¿A qué te refieres? -me sobresalté.

-Y-Yo... Lo siento, no pensé en lo que hacía.

- ¿Que? No me asustes, Hinata -la tomé en brazos para adentrarla en la habitación, la senté en la cama y fui a buscar una toalla para limpiar su frente perlada en sudor. Tomó mi mano para detenerme.

-Tengo... Un poco en el baño, el ultimo cajón -dijo con la respiración entrecortada.

Sin saber a qué se refería, corrí al baño y busqué en el último cajón como me indicó, debajo de una pequeña toalla había una jeringa, una pequeña bolsita con polvo y una cuchara. Tome las cosas con las manos temblorosas.

Mala InfluenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora