TREINTA Y DOS

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Gabriel

He estado enfadado otras veces, pero lo que siento ahora mismo no es sólo enfado, es dolor. Dolor por la traición de mi hermano, lo que haga Regina me da igual, nunca me importó si me engañaba, sólo si lo hacía con uno de mis hombres, no me gusta la deslealtad, estaba dispuesto a matar al hombre con el que creía que Regina se estaba acostando. Ahora que sé que ese hombre es mi hermano, no creo que sea capaz de matarlo. Destruiría a mis padres, sobre todo a mi padre. No puedo hacerle algo así. Pero sí que puedo desquitarme con mi querida esposa. ¿Cómo puede haberle hecho algo así a su hermana? Amara no merecía pasar por ese dolor. Yo mismo solicitaré el divorcio y la custodia de mi sobrino para Amara, ella seguirá viviendo bajo mi techo, no la voy a dejar desamparada. Martín crecerá junto a sus primos, en igualdad de condiciones. Algún día, Leo, Liam y él serán los que se encarguen del negocio de drogas.

Sara sigue mis pasos de cerca, si ella no hubiera estado aquí, dudo mucho que Amara hubiera contado algo. Me alegra que se tengan la una a la otra, Amara merece y siempre ha merecido una hermana como Sara, no alguien tan cruel y mezquina como Regina. Abro su puerta de una patada, no sé cuántas veces he roto esta maldita puerta. Regina se sobresalta, su móvil cae de su mano a la cama, me apresuro a tomarlo para ver con quién estaba hablando. Por supuesto que con su amante, me pongo el móvil en la oreja.

—¡No!— chilla Regina.

Intenta acercarse a mí para arrebatarme el móvil, pero Sara la detiene.

De todas las cosas que siempre has hecho, esta es la peor Héctor.

—Hermanito— se ríe— ¿Qué puedo decir? Mi esposa no me atendía y su deliciosa hermana estaba muy dispuesta. ¿Ahora vas a decirme que te duele que me haya follado a tu esposa?

—Eres un cabrón. Amara no merecía que le hicieras daño.

—Esa estúpida no me importa, nunca lo hizo, sólo era algo para entretenerme hasta que dejó de hacerlo. Disfruté quitándole la virginidad, pero eso es todo, es tan fría en la cama que ni siquiera gemía. En cambio, Regina es fuego.

—Algún día de estos...

—No te atrevas a amenazarme, ambos sabemos que nunca me tocarás, estás demasiado apegado a nuestro padre.

—Eres un maldito malnacido. Escúchame bien, vas a obedecer sin poner ni una sola pega. Quiero que firmes el divorcio a Amara y que le cedas la custodia total de Martín.

Héctor se ríe.

—Eso nunca pasará, Amara estará atada a mí hasta que la muerte nos separe, eso es lo que dijo el cura. ¿Y darle al mocoso? Ni hablar, no voy a permitir que Amara se folle a un cualquiera y mi hijo lo llame papá, he visto cómo la mira Jairo, debería haberlo matado cuando tuve la oportunidad.

La llamada se cuelga de pronto. Aprieto el móvil en mi mano hasta que lo lanzo contra la pared, Regina empuja a Sara e intenta salir corriendo, la sujeto por el pelo haciéndola caer hacia atrás.

—¡Gabriel no me hagas nada!— chilla.

—Sara llama a Héctor cuando estemos en la choza, quiero que escuche a su puta gritar cuando los coyotes de la estén comiendo.

Arrastro a Regina por toda la casa, esta vez no hay nadie que pueda detenerme, o eso creía. Clarisse se interpone en mi camino.

—Aparta— escupo.

—Gabriel, no hagas esto, te convertirás en un monstruo.

—Clarisse, ya soy un monstruo, torturo y asesino a hombres por menos de lo que Regina ha hecho. ¿Por qué no debería castigarla? ¿Sólo porque es mujer?

EL PATRÓN #2 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora