VEINTISIETE

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Gabriel

Arrastro a Regina por el suelo, mi mano está aferrada a su pelo. Ella puede gritar y patalear todo lo que quiera, no la voy a soltar. Bajo las escaleras golpeando su cuerpo con cada escalón, no me importa, ha dañado al amor de mi vida tantas veces y ahora también a mis hijos, no voy a tolerarlo más. Su estúpido llanto es inútil, no me voy a detener.

Sara, maldita sea, ha estado a punto de perder a nuestros hijos y yo no estaba allí. En cuanto acabe de castigar a Regina y la deje encerrada en la choza bajo vigilancia iré a Río, tengo que estar con mi mujer y mis hijos, aunque sea unos días, ella me necesita allí.

—Gabriel suéltala.

Frunzo el ceño.

—¿Me estás dando una orden, Héctor?

—Ella no tiene la culpa de que Sara se haya acostado con otro y se haya quedado embarazada.

¿Cómo sabe eso? Ni siquiera mi madre lo sabe, sólo se lo conté a mi padre.

—Hermano, he estado investigando por mi cuenta, Sara se acostó con su esposo, borracha o no, lo hizo. Esos niños que espera no son tuyos, son de Armando Castro, ella te ha mentido.

Niego con la cabeza, Sara no me habría mentido nunca.

—Déjame contarte lo que he averiguado, pero suelta a Regina.

—¡Sara nunca me ha mentido!— le grito.

—Siempre hay una primera vez, Gabriel.

—Héctor, cállate— le ordena nuestro padre.

—No voy a hacerlo, papá, mi hermano está pagando su enfado con quien no debe.

Los ojos de mi hermano vuelven a posarse en mí.

—He hablado con Armando, hermano, no le he contado nada de Sara, te lo aseguro. Pero quería hacerle creer que podía contar con nuestra familia para encontrar a su esposa. Me contó muchas cosas, como que él ya sabía que Sara estaba embarazada porque él lo buscó, sí, se aprovechó de que Sara estaba borracha para acostarse con ella, pero lo importante es que lo hizo, esos niños no son nada tuyo. Es por eso que la está buscando con tanta urgencia, porque ella se ha llevado a su bebé, cree que es uno.

—No, son míos— digo casi sin aliento.

Mis dedos pierden fuerza, Regina aprovecha para correr y ponerse detrás de Héctor. Me siento mal, como si mi cuerpo perdiera fuerza. La violó, abusó de ella y la dejó embarazada. No puede estar pasando otra vez, si le cuento a Sara esto... Podría acabar como Patty. Mi padre me sujeta por la cintura con sus brazos.

—Lo siento mucho, Gabriel, merecías saber la verdad— me dice mi hermano.

—Papá...

—Estoy aquí, hijo, no voy a soltarte.

Trago grueso. Mis piernas flaquean, no son míos, ahora es seguro que no lo son.

—¿Cómo sabías que Sara está embarazada?— le pregunta mi padre.

—Os escuché hablar a los dos en el despacho.

—Y se lo contaste a Regina.

—Sí, ella merecía saber que Sara está intentando quitarle a su esposo.

—¡Silencio!— grito— Callaos de una vez, no quiero escuchar nada más.

Me zafo del agarre de mi padre. Agarro a mi hermano por la camisa.

—Que sea la última vez que escuchas mis conversaciones— gruño.

—Gabriel, no soy yo el foco de tu enfado, como tampoco lo es tu esposa, la mujer con la que debes estar enfadado es la que mantienes oculta. Devuélvesela a su esposo, es donde debe estar para criar a sus hijos. Puedes firmar la paz con la DEA si la devuelves.

EL PATRÓN #2 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora