TREINTA Y TRES

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Sara

Los guardias corren de un lado para otro, van a llevarnos a un lugar secreto y seguro, excepto Gabriel y Dani, ellos no vienen con los demás. Deben quedarse en la hacienda, van a plantarles cara a Armando y a la DEA.

Tengo tanto miedo, hay tantas cosas que podrían salir mal, tanto que perder. Miro a mis tres hijos durmiendo en sus sillas para el coche, no tienen ni idea de lo que está pasando, es mejor así. Jairo se sube al coche por el lado del conductor, es la primera vez que lo veo con dos armas. Me mira con sus ojos azules, ojala pudiera tener tanta seguridad como él.

Extiende su mano a la guantera del coche, la abre y saca otro arma, ésta me la entrega.

—Dispare...

—Y luego pregunto— lo interrumpo.

—Sí, y si tiene que correr hágalo, llévese a sus hijos, aunque eso suponga dejarme atrás.

—Armando ya no está en Virginia, ¿verdad?

Niega con la cabeza.

El Patrón cree que su hermano Héctor le ha avisado de que usted está aquí. Ha volado a Hidalgo y debe estar a punto de llegar, si es que no está ya aquí, tenemos que irnos.

Doy un último vistazo a mis hijos, si Armando les llega a poner una mano encima lo mataré sin pensarlo dos veces.

Necesito distraerme, si sigo pensando en que algo les va a pasar a mis hijos o a cualquiera de nosotros me dará una crisis de nervios y debo permanecer serena.

—Jairo, ¿cuánto tiempo hace que nos conocemos?

—Muchos años, señora.

—Entonces llámame por mi nombre, deja de llamarme señora.

Él asiente.

—Nunca me has contado nada sobre ti, como de dónde son tus padres, esos ojos azules no son muy mexicanos, aunque tu pelo oscuro sí.

Jairo sonríe.

—Mi padre es gringo, de Phoenix. Toda mi familia vive allí, mis padres, mis hermanos, mis abuelos paternos.

—Supuse que tu padre era estadounidense como yo por tu apellido, Anderson tampoco es muy mexicanos— Jairo se ríe— ¿Los extrañas?

—Sí, pero me gusta mi vida en la hacienda.

—¿Por algo o alguien en particular?— pregunto con una sonrisa.

Jairo traga grueso. Recuerdo perfectamente las palabras de Héctor, dijo que Jairo miraba de una forma diferente a los demás a Amara, él es un buen hombre, Amara merece a alguien como él.

—¿Por qué lo preguntas?

—Por saber, en la hacienda hay muchas mujeres bellas y tú eres joven, ¿cuántos años tienes? ¿Veinticuatro? ¿Veinticinco?

—Veintiocho.

¿Veintiocho? Se conserva realmente bien, creí que era más joven.

—¿Y cómo es tu mujer ideal?— le pregunto.

—¿Por qué no me pregunta directamente lo que quiere saber?

Esbozo una sonrisa.

—¿Te gusta Amara?

—¿La señora Amara? Ella está casada con el señor Héctor.

—Deja de llamarlo señor, esa palabra le queda demasiado grande. Y sí, te pregunto por Amara— le digo enfatizando el nombre de ella.

EL PATRÓN #2 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora