TREINTA Y UNO

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Sara

Liam y Martín juegan juntos en la alfombra, Lucy está más atenta a su abuelo y Leo... Él está totalmente absorto observando a su hermana y su abuelo jugar. A pesar de que son trillizos, son tan diferentes e iguales a la misma vez, ni siquiera sé cómo es posible eso. Amara sonríe mirando a nuestros hijos interactuar entre ellos.

—Pareces más relajada— le digo.

—Lo estoy.

Sus ojos se encuentran con los míos, nos echamos hacia atrás en el sofá, ella encoge las piernas sentándose sobre ellas, adopto la misma postura para ponerme más cómoda.

—Debo confesar que desde que Héctor se fue ayer estoy mucho más tranquila.

Intenta no elevar mucho la voz para que Martín no nos escuche.

—¿Había problemas entre vosotros?

Ella asiente.

—Desde que cumplí los seis meses de embarazo.

—¿Y por qué no te divorciaste?

—Por Martincito, merecía tener a sus padres juntos.

—Amara, eso no era justo para ti.

—Lo sé.

—¿Quieres contarme qué paso?

—Sí, pero no aquí.

Miramos a Martín, está fingiendo beber del vaso de juguete que Lucy le ha dado.

—Martín, ¿te ves capaz de quedarte con los cuatro niños unos minutos?— le pregunto.

—Por supuesto, no soy tan viejo, pinche gringa.

Amara y yo nos reímos, Martín nos sonríe y nos guiña un ojo.

—Vamos a por bebidas— le digo a Amara— ¿Té helado?— le pregunto a Martín.

—Me apetece mucho, gracias.

—Sí, necesitas beber algo real— le dice Amara.

—Oye, que las bebidas de mi Lucy están muy ricas— contesta él.

—Quizás debería pedir una yo también— dice Amara con una sonrisa.

Tiro de su mano para sacarla de la habitación de juegos, si no lo hago nunca lograré que me cuente lo que sea que quiere contarme. Amara se ríe mientras la arrastro por el pasillo que va hacia la cocina. Me detengo bajo el arco de entrada a la cocina.

—¿Qué estaba pasando entre Héctor y tú?— le pregunto a Amara.

—¿Vas a contárselo a Gabriel?

—Depende de lo que sea, si es muy grave, por supuesto.

—Supongo que lo es.

Ella agacha la cabeza, la tomo por la barbilla con mis dedos, tiene los ojos cristalizados.

—Amara, ¿Héctor te ha golpeado alguna vez?

—No, me amenazó, pero nunca me tocó.

—¿Por qué te amenazó?

—Cuando estaba embarazada de seis meses lo descubrí en nuestra cama con Regina.

Mi boca se abre por el horror.

—¿Qué?

Amara exhala pesado.

—Mi propia hermana, ¿eh? Les dije que le contaría a Gabriel lo que habían hecho, pero Héctor me amenazó con quitarme a Martín si contaba algo. Siguieron acostándose hasta ayer, ahora no podrán hacerlo.

EL PATRÓN #2 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora