TREINTA Y CUATRO

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Gabriel

Observo el almacén, ahí es donde tienen a mi mujer, llevo una hora estacionado a varios metros del edificio vigilando desde los prismáticos quien entra y quien sale. Ha anochecido, lo que me permite ocultar el coche entre los árboles.

Jairo llegó al refugio a quince kilómetros de Reynosa con mis hijos, pero sin mi mujer. Me contó lo que había pasado, quise matarlo allí mismo por permitir que Sara se bajara del coche, luego entendí por qué lo hizo, quería proteger a nuestros hijos. No sé qué le contó Héctor a Armando, tampoco sé si le ha contado sobre mis hijos, sea como sea, a Armando sólo le interesaba tener de vuelta a Sara.

Respiro hondo.

Esta mañana temprano me despertó la vibración de mi móvil en la mesita de noche, era una llamada de uno de mis hombres que vigilaban a mi hermano en Heroica, había matado a los otros guardias y a él lo dejó malherido para escapar de mi vigilancia. No sé dónde ha ido, la frontera no la ha cruzado, no sé dónde está, pero lo encontraré y lo llevaré a la isla de Bastian, permanecerá ahí encerrado en una de las celdas de su búnker hasta que llegue su hora.

Apoyo la cabeza en el reposacabezas del asiento del coche.

La voz de pendejo de mi hermano se cuela por el auricular en mi oído.

—¿Cuánto más tenemos que esperar?

—Un poco más, no somos suficientes hombres, Güero— le digo.

Mi hermano resopla. Está en otro coche con Mariano. Tengo a la mitad de hombres de los que hay dentro del almacén, Mario y Bastian tienen al resto de los soldados que compramos a los italianos. Ya deben haber aterrizado en Reynosa, no creo que les quede mucho para llegar hasta aquí.

—¿Por qué tardan tanto en llegar?

—Paciencia, hermano— le digo.

—Papá estaba mal.

—Lo sé.

Héctor ha destrozado a nuestro padre, en dos días lo ha matado en vida con sus acciones, primero el daño que me hizo en la espalda, luego la infidelidad a Amara y ahora esto, traicionar a nuestra familia por venganza. No sé qué le hemos hecho para que nos odie tanto, somos su familia. Dani dice que Héctor siempre quiso poder, mi poder. Quería lo que yo tenía por derecho de nacimiento. Un SUV negro aparca detrás de mí, abro mi puerta y salgo. Bastian y Mario salen del coche.

—Hemos esparcido a los soldados alrededor del almacén— me dice Mario.

Estrecho mi mano con él, luego con Bastian, aprieta mi mano con fuerza.

—Te quiero detrás de mí, si te sucede algo en la espalda Sara me hará pedazos— me dice.

—No me trates como a un...

—No te trato como a nada, eres El Patrón, pero recuerda que tienes a tres niños esperando tu regreso intacto.

Asiento.

—Estaremos delante de ti, hermano— dice Mario— Todos tenemos a alguien con quien debemos volver.

Sacamos nuestras armas a la vez, el recuerdo del día de la boda de Sara con Armando viene a mi mente, esta vez no dejaré que suceda lo mismo, tenemos todos los frentes vigilados, los rusos están dentro del almacén, su jefe, Vladimir Kozlov, también está dentro. Mi misión es sacar a mi mujer de este lugar y llevarla con Doc si está herida, él está preparado para cualquier cosa.

—¿Tienes el refugio protegido?— me pregunta Bastian.

—Sí, cincuenta hombres a la vista y cincuenta escondidos por los alrededores. ¿Vosotros?

EL PATRÓN #2 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora