CUATRO

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Gabriel

Salgo de mi habitación sin hacer ruido para no despertar a Sara, le ha costado quedarse dormida, no dejaba de pensar en Armando Castro y en los problemas que podría traer si no encuentro algo con lo que poder controlarlo. A mí también me preocupa, sobre todo, después de la reacción de Diablo. Me dirijo a las escaleras para ir a mi despacho, necesito trabajar y encontrar algo sobre Armando. Escucho un sollozo antes de que alguien impacte contra mi pecho. Miro hacia abajo, Patty está en el suelo, tiene la cabeza baja y se cubre la cara con el pelo, me agacho para levantarla.

—¿De dónde vienes a estas horas?— le pregunto.

Sus ojos se conectan con los míos, están llenos de lágrimas. Acuno su cara entre mis manos.

—Luciérnaga, ¿qué ocurre?— le pregunto suavemente.

Ella me rodea la cintura con sus brazos ignorando mi pregunta, la tomo en mis brazos y la llevo conmigo a mi despacho. Me siento en el sofá con ella en mi regazo en posición de bebé. Tiene la cara oculta en mi pecho mientras llora.

—Luciérnaga, dime qué ha pasado. ¿Alguien te ha molestado? ¿O es que has discutido con Dani?

Niega con la cabeza, pero sigue sin hablar. Froto su brazo en un intento de consolarla, intentando calmarla para que pueda contarme qué ha pasado.

—Luciérnaga, necesito saber a quién debo matar.

—No— dice en un hilo de voz.

Su tono asustado no me gusta nada.

—¿Luciérnaga?

Levanta la cabeza para mirarme, veo el miedo en el azul pálido de sus ojos. No me gusta.

—¿Quién te ha hecho llorar?— pregunto con la mandíbula apretada.

—Nadie— susurra, apoya la mejilla en mi pecho— Me tropecé y me hice daño.

—Luciérnaga, no me mientas.

—Por favor— suplica en mitad de un sollozo— Me he tropezado.

Me señala su rodilla con su dedo. Hay una pequeña herida con un poco de sangre y todo su alrededor rojo, acaricio la zona con mi pulgar con mucho cuidado. Patty sisea por el dolor.

—¿Quieres que te cure?— le pregunto.

—No, sólo quédate así.

—Luciérnaga, tienes que dormir, ¿qué hacías tan tarde fuera de tu habitación?

—Fui a por agua, tenía sed.

Apoyo mi mejilla en la parte superior de su cabeza. Con el paso de los minutos, Patry se queda dormida, su llanto por fin ha cesado y su respiración se ha relajado. Me levanto del sofá, Patty se acurruca inconscientemente en mi pecho. La llevo a mi habitación para que duerma con su hermana, en cuanto la dejo en la cama, Sara la atrae a sus brazos, es como una madre protegiendo a su cría, la abraza con sus brazos y piernas. Abre los ojos un poco.

—Duerme, mi amor— susurro.

Sus ojos vuelven a cerrarse. Supongo que hoy me tocará pasar la noche en otro lado, aunque tampoco tenía pensado dormir mucho.

Voy a la cocina a por una taza de café antes de volver a mi despacho y comenzar a trabajar. Busco información sobre Armando Castro en internet, no hay mucho que me sea de utilidad. Tiene familia, padre, madre, pero no está muy unidos a ellos.

—Treinta y nueve años y soltero. Mierda, no tengo nada.

Hago algunas llamadas a mi investigador privado, quizás él pueda encontrar algo más que no salga en internet.

EL PATRÓN #2 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora