DOS

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Gabriel

Salgo de la ducha y me enrollo una toalla en las caderas. La puerta de mi habitación se abre, mi hermano entra en el baño.

—Tu novia está aquí— me dice.

—¿Desde cuando eres el recadero?

Dani me lanza una toalla a la cara mientras me estoy echando el desodorante y el perfume.

—Vete a la chingada.

—Sólo si vienes conmigo, güerito.

Mi hermano se mira en el espejo ignorándome, es un puto vanidoso.

—Apetecible— murmura— A las morras les encanto, hermano.

Me rio.

—No te rías, es la verdad. Les encanta mi apariencia, soy alto, rubio y con ojos azules. ¿Y qué dices de mi cuerpo?— me pregunta apretando los brazos para mostrar sus músculos— Es todo lo que buscan en un hombre.

—¿Y quién ha dicho que seas un hombre?

Me fulmina con la mirada. Por desgracia, lleva siendo un hombre desde que cumplió los 18 años, ojalá hubiera podido mantener su inocencia mucho más tiempo, pero las acciones de Héctor me obligaron a nombrar a nuestro hermano pequeño mi segundo, Dani tuvo que aprender muy rápido lo que significaba ser un hombre de nuestro mundo, a los diecinueve años ya había asesinado y torturado a más personas de las que me hubiese gustado.

—Patty quiere montar a Diablo— me dice mi hermano.

Se me escapa una carcajada áspera.

—Puede intentarlo, pero tendremos que llevar sus pedazos al hospital.

Mi hermano sonríe.

—No lo entiendo— dice— ¿Por qué Diablo sólo deja que Sara y tú lo toquéis o montéis?

—Diablo es muy sensible con los humanos, puede percibir su estado de ánimo, Patty y tú siempre sois muy ansiosos con él, Héctor siempre está enfadado y los trabajadores le tienen miedo por su carácter fuerte. En cambio, Sara y yo somos tranquilos, dejamos que él sea quien se acerque a nosotros.

—Eres un sabelotodo.

Empujo a mi hermano fuera del baño y de mi habitación.

—Enseguida bajo— le digo.

—Bien, baja rápido o me ligaré a tu novia.

—¿Quieres morir?

Dani sonríe. Cojo de mi vestidor unos pantalones vaqueros, una camiseta de manga corta y las botas cowboy que mi padre me regaló en mi último cumpleaños, ya hace casi un año, en unas semanas cumpliré los veintisiete. Cada año, mi padre me regala un par de botas nuevas, es su pequeña tradición desde que vine al mundo. Me pongo el cinturón y agarro uno de mis sombreros de vaquero y otro para Sara, seguramente ella y Patty quieran ir a montar. De hecho, estoy seguro de que Patty ha venido a eso únicamente, una sonrisa se dibuja en mi cara, a Patty le encanta montar tanto como a mí. Salgo de mi habitación hacia los establos. El dulce sonido que me enamoró suena a lo lejos, ya sé con quién está y el motivo de su risa, mis ojos encuentran a Sara con mi padre, ella siempre se está riendo con él. Mi padre me dijo una vez cuando se emborrachó que Sara era como la hija que nunca tuvo. Me acerco a ella por detrás envolviendo mis brazos alrededor de su cintura, le doy un beso en la mejilla. Apoya su cabeza en mi pecho.

—Hola, mi amor— la saludo.

Mi padre sonríe, no es ajeno para mí que espera que haga a Sara mi esposa y le dé nietos, tantos que la casa de la hacienda tenga sus más de veinte habitaciones completas.

EL PATRÓN #2 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora