OCHO

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Gabriel

Doy un sorbo a mi vaso de whisky mientras observo a Héctor, ha estado inusualmente tranquilo estos días. De hecho, parece más amable. Algo no me cuadra, no puede ser que esté tan feliz con el compromiso que rechazó al principio. Es irónico que incluso esté conversando alegremente con nuestra madre cuando últimamente no ha dejado de atacarla. Espero que simplemente esté esforzándose por mejorar y no esté tramando ningún escándalo. Los invitados parecen contentos con la fiesta, mi madre se ha esforzado mucho por la de este año, ya que, no sólo hace veintitrés años que se casó con mi padre, también hace veintitrés años que supo que estaba embarazada de Dani. Mis ojos se desvían hacia la belleza que entra por la puerta, mi pene se despierta en mis pantalones. Sara está deslumbrante con el vestido rosa oro que lleva, la seda en su cuerpo es un pecado, su piel pálida reluce más que nunca y quiero lamerla como si fuera un perro. Su cuello está expuesto por el recogido que lleva en el cabello, algunos mechones caen hasta sus hombros en forma de rizos. Joder. Su espalda, está totalmente descubierta al igual que su pierna izquierda y el escote, que me lleve el diablo, sus pechos están a la vista de cualquiera. El maldito vestido se ajusta perfectamente a su cuerpo, es como si lo hubieran creado exclusivamente para ella. Quiero comprar todas las existencias de ese vestido para que Sara sea la única que puede usarlo. Con cada paso que da hacia a mí sus pechos rebotan, quiero meter mi cara entre ellos y perderme en su olor. Cuando Sara llega a mí, mi pene está duro y protestando para salir. Le doy un beso en cada mejilla, deteniéndome demasiado tiempo para olerla, le doy una suave lamida bajo el lóbulo de la oreja.

—No deberías haber venido así vestida— le susurro. Quiero follarte Sara, vayamos a un lugar apartado.

—Estás loco— se ríe.

—Por ti, mi amor, tengo el pene tan duro que duele.

Sara se acerca más a mi cuerpo, su calor me está quemando. Frota mi pene con su mano.

—Sara, me estás matando.

—En tu habitación a las doce— susurra antes de separarse de mí.

¿A las doce? Quedan cuatro horas para eso. Abro la boca para protestar, pero el anuncio de la llegada de los Gutiérrez y Sánchez me lo impide. Mis padres se acercan a saludarlos y darles la bienvenida, Aníbal entra con Regina de su brazo.

—¿Dónde está Amara?— pregunta Sara.

Ella aparece detrás de su padre, aprieto el vaso en mi mano. No me gusta que Aníbal centre toda su atención en Regina cuando la protagonista de esta noche es Amara.

—Es preciosa— dice Sara mirando a Amara.

Lo es, mi mujer tiene razón. Amara es una mujer muy hermosa, aunque su padre diga lo contrario. Tiene la piel morena, como si hubiera estado bronceándose, pero es natural. Su pelo es largo y castaño, el color hace resaltar sus ojos marrones. Tiene una mandíbula recta, pero femenina. No entiendo por qué dicen que no es bonita, es toda una mujer mexicana, preciosa. Sara y yo nos acercamos a ella, sus ojos miran a todos lados sin fijarse en nada, es tímida.

—Amara— la llamo.

Se le escapa un suave jadeo.

Patrón.

—No, Gabriel, sólo Gabriel— le digo con una sonrisa.

Parece relajarse un poco, me devuelve la sonrisa. Le doy un beso en la mejilla.

—Bienvenida a mi casa y tu futuro hogar— le digo.

—Gracias, Gabriel.

—¿Amara estás de acuerdo con esta unión?— le pregunta Sara.

EL PATRÓN #2 [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora