Capítulo 16

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Trabajar los sábados debería ser ilegal.

Desde que salí de mi departamento es lo único que puedo pensar. Las calles están vacías y todo sigue cerrado.

Si bien el horario es un poco más relajado, trabajar de las diez de la mañana hasta las seis de la tarde, es trabajar de todos modos y mi cuerpo se niega a hacerlo.

Ademas desde que llegué a Santiago me las he arreglado para descansar mal, mi mente espera a que me acueste para comenzar a girar. El sueño se escapa y lo único que puedo hacer es pensar en como resolver toda esta mierda y volver a mi antigua vida.

Me siento agotada.

Hoy me costó mucho esconder las ojeras con el maquillaje y eso que desde muy joven mi madre me monitoreaba para que lo hiciera perfecto. Ahora es prácticamente un hábito. Como lavarse los dientes.

Desde la esquina veo que Flores está cerrado, ni los de seguridad han llegado al parecer.

Camino toda la cuadra acompañada solo del sonido de mis tacones. Hoy son bastante asesinos, como para que el camino de mi casa hasta aquí se haya sentido eterno. Más cuando debo hacerme a la idea de que tendré que entrar por la puerta de abastecimiento. Esa queda doblando la cuadra.

— ¡Al fin! — el joven Javier se pone en pie de un salto. Estaba sentado en la escalinata y no se ve cómo alguien que bailo toda la noche y bebió muchísimo más que yo.

Divina juventud.

— ¡Me asustaste tonto! — exclamó cuando casi se me sale el alma del cuerpo.

Estaba todo tan silencioso que casi boto las llaves que tanto me costó encontrar en el mundo que llevo dentro de mi bolso.

— Hola para ti también, no quise ir a casa, así que llevo un rato esperando, olvide que entrabamos más tarde... pero aún es temprano — rie para si mismo, y yo le contesto una sonrisa—. ¿Llegó bien a casa?

— Sí, la verdad no tuve problemas — miento evitando mirarlo, así es más fácil.

— No me di cuenta cuando se fue, pero estábamos re locos ayer así que es normal. Perdóneme.

No sé que cosa debo perdonar pero asiento de todos modos.

— Si que lo estaban — volvemos a reír y está vez si lo hago en serio —. Pero hoy te ves bastante respuesto.

— Estoy acostumbrado... — Se que miente, yo también tuve su edad y jamás me acostumbré —. Deme yo la ayudo — me arrebata las llaves y abre la persiana de metal, es un chico muy agradable para ser tan joven.

Mi hermano nunca lo ha sido y deben tener la misma edad estoy segura.

— No he desayunado y por lo visto no llegara nadie en un rato. ¿Le gustaría comer algo? — yo asiento sabiendo que si no acepto, tendré que aguantar el hambre hasta el almuerzo.

— ¿Hay algo que no le guste? — me pregunta cuando ya va en dirección a la despensa.

— Los champiñones — los odio.

— ¡Ah sí! André algo había mencionado.

Lo miro por un largo segundo y ya no puedo sonreír. Solo le doy las gracias.

No quiero estar deprimida tan temprano.

Tengo mucho que hacer y hoy no será la excepción. Además que hay una idea que ronda mi cabeza desde que ayer me subí a ese taxi con André.

Dejo solo al joven chef en su estación y termino de abrir el restaurant. Solo espero estar en mi oficina cuando el resto llegue. No me siento de humor para los ánimos del resto del personal.

Casi Te OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora