Capitulo 49

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Pov. Benjamin.

El sabor amargo de la cerveza jamás me ha gustado, ni aún cuando era lo único que había para tomar en las fiestas universitarias en Viña del mar.

En ese tiempo solo las aceptaba para no parecer un aburrido y creo que ahora solo la estoy bebiendo por qué no se me ha ocurrido otra cosa que decir para que la guapa morena saliera de su melancolía.

Pero el amargor no es capaz de llevarse su sabor de mis labios, y eso que solo fue un beso. Uno que yo no conteste.

¿Por qué?

Porque mi mente me jugó una mala pasada, por un segundo creí ver unos ojos que no eran los suyos y me paralice.

Y cuando quise enmendarlo Angelina ya había escapado de mi junto a su sonrisa.

Una que no me ha dejado tranquilo desde que la ví por primera vez y por más que intento alejarla de mis pensamientos, ahí está otra vez atormentándome.

La misma que me gustaría poder ver en estos momentos.

Pero la he cagado.

Hoy ni siquiera he ocultado que quería llevarme todos y cada uno de los ángulos en mi cámara. Así he descubierto que sus margaritas no se forman siempre, debe ser una sonrisa verdadera para que ellas aparezcan.

Y aunque hace un par de días la imaginaba en cualquier afiche publicitario hoy no lo creo muy probable.

La sola idea de encontrármela en cualquier lugar con esa expresión tan suya me hace ruborizar. Lo cual está muy mal.

Muy mal.

— Benjamín — la escucho llamarme, pero no creo poder mirarla y no delatarme, así que me concentro en las burbujas que suben por mi vaso.

— ¿Si?

Ella baja de su banco y se para a mi lado. Es lo suficientemente alta como para llegar a mi rostro sin tener que agacharme. Pero no me dice nada y es ahí cuando la busco.

Por el rabillo del ojo compruebo que está muy cerca, tanto que puedo sentir su aliento en mi piel y muy lentamente levanto la cabeza para poder mirarla al fin. 

Angelina me hace un gesto hacia la pista de baile que se encuentra a mi espalda.

— ¡Oh no! Yo no bailo — digo categórico y vuelvo mi atención a mi cerveza. 

Pero en vez de volver a sentarse ella se acerca tanto que ya no puedo mirar en ninguna dirección que no sean sus agatados ojos.

— ¿Por decisión o temor? — pregunta con un deje divertido.

— Ambas.

Y lo que pensé que ya sería imposible, lo consigo. Ríe para mí y es el sonido más irresistible que he escuchado en mi vida.

Su voz no es ronca como la de soledad es delicada y dulce. Sus ojos no me dan espacio para analizar otra cosa que no sea su reciente propuesta y al ver que no está bromeando me bajo del banco para seguirla.

Basta con que ella ponga un pie frente al otro para volverse el centro de atención pero ella parece no inmutarse con la reacción que provoca. A diferencia de mi que no pasan desapercibidas todas y cada una de las miradas que van en su dirección. Tanto hombres como mujeres se la quedan viendo sin ningún tipo de pudor y eso me molesta a un punto que pocas veces ocurre.

— Te dije que no bailo — prácticamente grito para hacerme oír y ella ríe a medida que agarra el ritmo de la canción de algún ritmo tropical.

Su cuerpo está a unos pasos de mi y se mueve en perfecta sincronía con la música. Es como si la hubiera ensayado antes de venir aquí y a diferencia de mi que no sé realmente que es lo que debo hacer.

Casi Te OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora