Capítulo 22

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Mi respiración va a mil por horas junto con mis latidos. Pero mi cuerpo no quiere reaccionar acordé a la situación. Me vuelvo torpe al intentar vestirme y es obvio que no podré ocultar lo que acaba de pasar.

Me apresuró a decir que ya voy cuando André me detiene.

—No tienes que abrir.

—Claro que sí — su semblante pasa del desconcierto al enojo y ya no me detiene —. Se lo debo.

Cuando ya estoy en la puerta miro por el ojo de pez y lo veo. Él sabe que estoy aquí y por alguna razón ha venido sin avisar. Bueno no tendría por qué hacerlo si las cosas se hubieran mantenido como las dejamos ayer.

Inspiro un par de veces para poder sofocar mi ansiedad. Ya no tengo tiempo de cambiarme o de solucionar el desastre que debo tener por cabello. Y menos buscar ropa interior para enfrentar la situación.

El pomo se siente pesado cuando lo giro para abrir, tanto como lo que no quiero que él sepa.

— Hasta que abres, sabes que lo pensé mucho y podemos... — sus ojos se petrifican cuando pasa por mi lado y entra —. ¿Quién eres?

La sangre que siempre colorea mi rostro me abandona y siento que podría desmayar en cualquier momento.

— Un amigo — André se acerca y le ofrece la mano al que debería llamar actualmente mi ex novio —. André.

Benjamín no da crédito a lo que está viendo, tarda un minuto demasiado largo en entender de quién se trata y realmente no creo que pueda ser capaz de mantener la calma que siempre lo ha caracterizado. Yo no podría. 

Sus ojos miran la mano estirada que le ofrecen y luego me busca a mi. Ya no hay desconcierto, es otra cosa.

— ¡¿Que hace él aquí Soledad?!

El aire no entra en mis pulmones y como un pez recién sacado del agua me ahogo intentando respirar.

— Vino a verme.

—Sabes a qué me refiero — su voz suena como nunca la he escuchado, decir que está molesto no es hacerle justicia.

Es el intenso color rojo que ahora reina en su cuello y rostro lo que hace que me ponga en medio en frente de André, no lo hago por que tema de Benjamín. Es André el que me preocupa.

— Estaba preocupado. No le avisé a nadie que vendría — digo para calmarlo. 

—Si ya veo. ¿Quién le dio tu dirección? No me digas. ¿Fue tu madre? — lo último lo dice con un fastidio palpable y nunca lo culpare por eso.

Mi madre nunca se hizo querer mientras viví aquí en Viña del mar. Y Benjamin jamás fue santo de su devoción.

— Sí fue ella — la voz de André se escucha segura y arrogante. Él no se dejará amedrentar por Benjamin. Conociendolo como lo conozco no hay nadie que pueda hacerlo. Ni mi padrastro fue rival para su carácter. Y eso podría decir que me encantó.

— ¿Y tú si le agradas a la gran señora Flor?

— Lo suficiente.

— Lo suficiente para que te dé la ubicación de su hija que se encuentra sola. Por qué ella estaba sola. Yo he estado con ella. Nadie más. ¿Lo sabías?

—Benjamin para. Podemos hablar a fuera.

Este me repele cuando intento tocarlo, y me mira como nunca lo ha hecho. Con desagrado. Y el estómago se me revuelve al intentar buscar una forma de solucionar esto.

—Debiste esperar un poco Soledad. Yo... yo estuve contigo ayer. Yo. No él, no la santa de tu madre. He sido yo. Merecía un poco más de respeto de tu parte ¿No crees?

Casi Te OlvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora