No soy tuya - Habitación de Fer

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Me puso un poco de papel en la mejilla mientras cogía su teléfono para llamar a alguien.

·Christian te necesito aquí ya, es una urgencia. —Habló serio mientras miraba fijamente a la ventana—.

-¿Te duele todavía? —Me preguntó ahora preocupado cuando colgó la llamada—.

-Si, mucho. —Le dije mientras me ponía un mechón de pelo tras la oreja—.

-Christian viene enseguida, ¿Vale? Ya verás como se te pasa rápido.

Al cabo de unos diez minutos Christian apareció, haciendo que Pedro se levantará de la cama para dejarle a él ponerse en su sitio.

-¿Qué ha pasado?

-Le ha saltado un punto y dice que le duele. —Habló ahora Pedro completamente diferente, estaba serio y parecía que no le importaba lo que me había pasado—.

-Vale, pues a ver déjame. —Me apartó con cuidado el papel y dejó al aire la herida— Vale, te desinfecto la herida, pongo un punto nuevo y listo, eso si, un día más tendrás que estar en reposo.

Empezó a limpiar la herida con alcohol haciendo que yo me quejará con gruñidos o gemidos, mientras que él no apartaba ni un segundo este.

-¿Y cómo se te ha caído el punto? —Me preguntó el ya cuando había terminado con el alcohol para echar betadine—.

-¿Y eso a ti qué te importa? Aquí lo que importa es que le pongas bien el punto y ya. —Soltó Pedro un poco molesto—.

-Tranquilo hombre, vale, esto te puede doler un poquito, así que... —Sentí como algo se clavaba en la herida, haciendo que yo gritara un poco y agarrara las sábanas del dolor—.

El chico se fue y Pedro se sentó de nuevo donde hace un par de minutos y, ahora de nuevo estaba con cara de preocupación.

-Ya está, tranquila, ¿Vale?

-¿Por qué hablas diferente cuando hay más gente con nosotros? —Murmuré ya que no podía hablar mucho—.

-A ver canija... Soy una de las personas que mi mundo la conoce por ser seria, fría y dañina. Y si me ven cuando estoy contigo así pensarán que soy una presa fácil de engañar, secuestrar o matar.

La palabra matar me dejó sin aliento.

-¿Matar? —Le pregunté yo aún atónita—.

-Si, matar. En mi mundo también hay sicarios los cuales matarían por tener lo que tú tienes ahora, pero no pueden.

-¿Y me podrían matar a mi también? —Le pregunté con miedo—.

-Si. —Cuando dijo eso, el miedo, la preocupación, el estrés y la inseguridad se apoderaron de mi— Pero nada de eso va a pasar Carla, no si estoy yo aquí.

-¿Pero y si pasa Pedro? —Le repetí aún con más miedo que antes—.

-No te pasará nada, tranquila. Sabes que hay miles de guardias protegiendo la casa y es imposible entrar.

Cuando dijo eso me quedé muda y ahora la vergüenza es la que se apoderó de mi.

-¿Me habrán escuchado? —Hablé refiriéndome a lo de hace un par de días—.

-¿El qué habrán escuchado? —Pregunto con el ceño fruncido—.

-Pues cuando... Tú, yo, ya sabes... —Le dije un poco avergonzada—.

-Puede ser, pero tampoco dirán nada. —Habló sin más levantándose de la cama para coger mi botella de agua y beber—.

-¿Y te quedas tan tranquilo?

No soy tuya // Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora