Vladímir

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Ambos estaban en la casa ya, Rosario no era capaz de negar sus nervios por lo que pensarían los otros dos residentes de la casa, Vladímir tomaba fuerte la mano de la chica estando detrás de ella, las miradas confundidas de los dos varones no se hicieron esperar.

Raúl se levantó del sillón y se acercó a Rosario, Vladímir se asustó un poco, la última vez que vio a Raúl no fue un buen encuentro, pero mantenía sus ojos curiosos sobre Cris.

—Traje a Vladi…

—Puedo ver es… —. Raúl fue rápidamente callado por la mujer.

—Cris, ¿quieres jugar con Vladi un rato?, seguro se hacen amigos.

Los ojos de Cris brillaron al escuchar esa última oración, se acercó rápidamente y le sonrió con timidez a Vladímir esperando un acercamiento, este soltó una risa baja y se acercó a Cris, alejándose ambos a la habitación para divertirse juntos.

—Se ve más… Ya sabes —. Hablo Raúl mientras miraba fijo a los niños.

—Gordo, lo sé, sabes que Miguel no lo alimenta de verdad.

—Se ve poco saludable en todos los sentidos de la palabra, como si solo comiera chatarra, se enfermara —. El hombre parecía hasta preocupado para este punto.

—Es por eso, pero no tengo ganas de hablar de esta situación —. Le dio una suave palmada en la espalda y luego un beso en la mejilla.

—¿Qué hace aquí?.

—Le hago un favor a Miguel, no hay más que eso —. Dijo de manera algo cortante mientras caminaba hacia la habitación.

—¿Les haces favores a Miguel?, ¿no te acuerdas que te llamo "puta"? —. Raúl echó un suspiro y siguió a Rosario hasta la cama, tirándose ahí.

—Lo sé, me dijo cosas peores, pero no le tome importancia, así es él, simplemente hay que aceptar a las personas como son.

—¿Enserió vas a dejar que te trate así?.

—Es por vladi…

—No deberías dejar que te trate así, Rosi.

—Vos lo decís porque Vladímir no te importa.

Rosario hablaba en un tono bajo y algo tímido mientras cambiaba su camisa a un camisón, se recostó al lado de Raúl y escondió la cabeza en su hombro.

—Claro que me importa, le ofrece a Miguel cocinarle todos los días a Vladi —. Un sonrojó inundó sus mejillas mientras hablaba —. Él se rio de mí —. Echo un gemido avergonzado y acaricio la cabeza de su novia.

—Sí… Pero a mí me importa más, tengo mis razones para cuidarlo.

—Rosi, se sincera, ¿Haces esto porque realmente quieres a Vladi como persona o solo porque sientes resentimiento porque Miguel pudo cumplir lo que vos no?.

—Eso fue lo más grosero que alguien me pregunto.

Soltó una risa suave mientras se apretaba más contra su novio en silencio, este solo beso su cabeza y la abrazo con fuerza, la habitación quedo en total silencio a excepción de los sollozos leves de la mujer.

—Rosi —. Dijo en un suspiro preocupado.

—No lo entiendo, ¿por qué él puede tener un hijo y tratarlo de esa manera?, tiene tantos, muchos, y aquí está el único que eligió cuidar, ¿y yo?, él tuvo una bendición que yo no —. Tartamudeaba entre jadeos de dolor.

Raúl se sintió mal al ver a Rosario así, si había aprendido algo durante su tiempo juntos, era que ella escondía sus problemas hasta explotar, no salía una palabra de su boca a menos que fuera algo demasiado fuerte, ese día en el bar dijo como se sentía con respecto a ser estéril, pero era obvio que la gravedad era más que eso.

—A veces no tenemos lo que queremos… —. Su voz salió con suavidad aun tratando de mantener calmada a la mujer pegada a él.

—¿Es porque no lo merezco? —. Sus ojos se volvieron a aguar, pero levanto la vista para ver al hombre.

—Si alguien que se lo merece sos vos, Rosi, ¿Qué te parece si le hacemos algo de comida a los niños?, a Vladi le encantarán las frutas.

—Tal vez —. Dijo luego de limpiar su nariz con las mangas de su camisón.

Dio un beso en el mentón del hombre mostrando un poco de ese inmenso cariño y el aprecio que sentía por ver como a pesar de no saber como animarla, siempre hacia su esfuerzo.

Raúl dio su sonrisa más radiante, tomando fuerte la mano de su novia para levantarla de la cama, yendo muy pegados hasta la cocina, el hombre cocinaba tranquilamente, pero no quitaba una de sus manos de la cintura de Rosario.

Los ojos de la mujer brillaban sintiéndose nerviosa y querida por esas acciones tan simples y poco románticas, cada cosa de Raúl le parecía tan hermoso a pesar de ser la cosa más simple e insignificante, su corazón latía hasta explotar, el amor la había golpeado con fuerza.

—¿Crees que Vladi molestara a Cris? —. Pregunto Raúl mientras cortaba un poco del pollo hervido para hacer una ensalada.

—¿Por qué lo haría? —. Respondió curiosa cortando mal la lechuga.

—Miguel no lo crío muy bien, ¿crees que tendrán problemas?.

Raúl no quería admitir que se sentía algo preocupado por Cris, era muy sensible y hasta el comentario de un bebé le afectaría, puso sus ojos en la chica, mantenía una expresión algo dudosa, amaba la idea de que el más joven de la casa tuviera amigo, solo que no quería unos tóxicos.

Rosario miró detrás de ellos, los niños habían salido a jugar a la sala hace ya un rato, ambos jugaban a ser recién casados en una aventura con dinosaurio, un juego muy extraño, pero ambos parecían demasiado felices por jugar tal juego.

—Cris está usando el vestido que le regale.

En cuanto el hombre escucho eso separo su mano de la cintura de su novia giro la cabeza solo para ver a los dos niños jugar con dinosaurios y crearles casas con cartones, era todo, ambos se reían y fingían que los comían o dormían como si de muñecas se trataran.

Cris no pensaba dejar de jugar hasta que tuviera mínimo unos 18, y Vladímir no había jugado nunca con nadie, lo más cercano era usar las botellas de cerveza como personas.

Raúl se sorprendió de que parecieran tan tranquilos, suspiro ahora más relajado, en su cara se volvió a formar una sonrisa, agarrando y besando la mejilla de su novia.

—Me equivoqué de nuevo.

—Siempre lo haces —. Le tiro un poco el pelo y condimento la ensalada mientras echaba tarareos.

Raúl echó un quejido seguido de una risa, se sentó en la mesa y los niños vinieron, Vladímir se quedó mirando la silla, se veía confundido por como estaban todos juntos durante la cena.

Rosario lo levantó y lo sentó junto a ella y Cris, aún se veía tímido, pero también muy emocionado por no tener que estar solo.

Los cuatro disfrutaron la cena, la mujer estuvo un rato junto al más joven para ayudarlo a limpiarse, cada que lo ayudaba con el baño Vladímir lo disfrutaba y se veía relajado de estar limpio, nuevamente se sintió nervioso al entrar en la habitación de Cris.

Se ofreció a dormir en el piso para no molestarlo porque "era muy grande", pero solo le duró unos segundos, durmió tranquilamente abrazado junto a Cris.

Rosario casi saltaba de alegría al ver lo feliz que pudo hacer a Vladímir ese día, durmió relajada, sintió una gran calma de poder asegurarse que el pequeño estuviera bien.

RarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora