No quiere escuchar

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Sus cuerpos seguían pegados, sus corazones palpitaban al mismo tiempo, e incluso dormido, Raúl le daba besos en la mejilla a su esposa, era más que común que lo hiciera hasta dormido, Rosario se dejaba totalmente relajado ante el tacto, pero el tono del teléfono de la mujer los despertó, echaron una cantidad inmensurable de quejidos por el dolor de sus cuerpos y por ser despertados.

—Me duele todo el culo, la puta madre —. Gimió mientras se movía para tomar el teléfono.

—A mí me duelen las tetas, la próxima no muerdas tan fuerte, animal.

—No me voy a disculpar, por eso, lo disfruté —. Estiro su brazo rechazando la llamada y acercándose a su esposa —. Me siento muy afortunado de estar con vos ahora.

—¿Con mal aliento, despeinada, los labios secos, y todo el labial corrido? —. Bromeo Rosario, sus labios se pegaron, dejando unas últimas manchas en el cuello del otro.

—Te seguiría amando aún que olieras a basura y te vieras más fea que mamá coco —. Jugueteo con sus manos en la cintura de la mujer.

—Eso es mucho amor —. Rio mientras sus manos acunaban la cara del hombre, uniéndose en un bonito beso.

—Rosi, sobre lo de ayer…

—No quiero que volvamos a tocar el tema nunca más, ¿sí?, no es necesario, y estoy totalmente bien —. Argumentó en un susurro bajo con sus ojos cerrados y la frente pegada a la del otro.

—¿No son demasiadas cosas?, ser estéril, lo que paso con Miguel, tu obvio apego hacia mí…

—Recién nos casamos, y parece que ya te querés divorciar —. Suspiro irritado separándose de su lado para sentarse.

—¡No dije eso!, solo quiero que al menos intentes escuchar… —. Paro su discurso al sentir nuevamente el sonido de su teléfono taladrándole la cabeza, rechazo la llamada algo más alterado.

—¿Por qué no contestas?

—¿No será por qué quiero que por una vez en tu maldita vida me escuches? —. Gruñó amenazante.

—Fíjate como me hablas Raúl, que yo no soy nadie para que me faltes el respeto —. Su seño se frunció notoriamente aún con la mirada fija en su esposo.

—Soy tu esposo ahora, ¿no es parte del trabajo de uno ayudarte “en la salud y la enfermedad”?, ¿no merezco que me escuches?, ¿¡Para qué carajos pensás que están las parejas!? —. El celular volvió a sonar haciendo que Raúl suelte un quejido alto y contestes —. ¿¡QUE!? —. Pregunto a punto de tener un arranque de ira.

—Relaja el culo, Raúlcito —. Una pequeña carcajada de la reconocible voz rasposa de su amigo resonó en sus oídos.

—¿Se puede saber que querés? —. Pregunto Raúl en un intento de devolver la calma a su cuerpo.

—Que sos un forro, ¿cómo te vas a ir de tu propia boda?, tan pajero no podés ser, todo por qué querías que te encajen la morcilla, sucio que sos —. Una risa más dulce y tímida sonó a través del teléfono.

—¿Con quién estás? —. Preguntaron los recién casados al unísono mirándose con molestia.

—Con Shirley, ahora no me cambies de tema cara de laucha, ¿cómo nos vas a compensar?, soportamos al feto pelirrojo toda la fiesta porque nadie más se hizo cargo —. Soltó entre dientes, incapaz de olvidar siquiera un poco de lo insoportable que era ese niño.

—No fue tan malo —. Agregó Shirley tratando de no preocupar a sus amigos.

—Está mintiendo, el pelirrojo del orto la hizo llorar por una hora, la pobre mina se quedó emborrachándose toda la noche en mi auto —. Resonaron los movimientos bruscos, como si estuvieran peleando por el teléfono —. Bueno, te corto ciego, vamos a comer a tu casa, mi amor —. Una risa se escapó de los labios del alcohólico antes de cortar la llamada.

RarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora