Mejorar

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La mirada de la mujer estaba puesta entre la pocas personas que entraban, había llegado temprano con solo una razón, tratar de evitar con cualquiera que notará que no era una "verdadera mujer", se sentía sumamente intimidada ante la idea de ser despreciada por cualquiera de nuevo.

Se acercó a su mesa a paso lento y tembloroso, sentía las miradas en su cuerpo, podía oír perfectamente cada palabra discriminatoria hacia ella, miro su mesa asignada sintiendo el sudor caer por su cara, en cuanto toco la silla una mano se posó duramente sobre la de ella, una mujer le sonrió dulcemente, y dijo "lo lamento, pero esta es solo para mujeres".

Shirley tembló ante el comentario, sentía que sus ojos se le aguaban de solo pensar en lo que podía venir, se alejó con una sonrisa amable y se dio la vuelta, no iba a pelear, no hoy, no nunca, se alejó intranquila sentándose a un lado, quedando en el pasto fresco, no le importo que su vestido se ensuciara, solo no quería que la vieran.

Apoyo la cara sobre las rodillas, solo quera soltar esas benditas lágrimas, pero no pudo evitar mirar a su lado, notando un hombre mirándola de manera fija, al principio le asusto, pero le dedico una sonrisa forzada.

—¿Qué hace un bombón como vos por acá?.

—Oh, gracias, supongo —. Sonrió dulcemente con una pequeña risita —. Solo preferiría estar sola, y no creo que tu coqueteo tenga algún efecto en mí, y no soy... totalmente "mujer", así que...

—¿Totalmente mujer?, ¿y eso que chota significa? —. Se acercó un poco más, hombro contra hombro, aun así daba vibras de total confianza.

—Es... bueno... es... soy una mujer, creo que lo soy, digo, me siento así, pero no es... se supone que yo... es que... creo que solo soy Sebastián —. Cerró los ojos con fuerza, las lágrimas se desbordaron sobre ella, sentía el temblor en su piel.

—¿¡Que!?, ay no, para, no llores, por favor, no, no —. Se arrodilló tratando de calmarla, pero sus nervios se hicieron visibles —. ¿Por que no empezás diciéndome quien...?

—Amiga de la novia...

—Re cheto, yo soy el mejor amigo del novio, ahora que nos conocemos mejor, ¿querés que te consiga algo para calmarte?, ¿droga?.

—No, no gracias —. Con cuidado limpio sus lágrimas notando que el maquillaje se había corrido.

—Por favor, no llores —. Se paró totalmente ayudando a la chica a estar derecha —. ¿Y si te muestro el regalo que tengo para esos boludos cursis?, ¿te animaría?.

—No lo sé, tal vez...

Algo temblorosa camino a su lado, dudaba de si debía acercarse a un total extraño, pero no parecía tener malas intenciones, al contrario, parecía ser una oportunidad para tener un nuevo amigo, sonrió y decidió dejar de sobre pensar, yendo a su lado con tranquilidad, esa amabilidad y un trato no diferente la hicieron sentir que todo mejoraba un poco.

Rosario se encontraba mirando el suelo, sentía que el horrible vestido el cual no fue en absoluto lo que deseaba, le apretaba los órganos haciendo que sintiera un dolor e incomodidad horrible, no solo eso, era una mezcla entre su sufrimiento interno sobre una estúpida prenda, y el hecho que se estaba dejando pisar por alguien que jamás demostró algo de amor por ella.

—Bien, ya estas —. Su madre acomodaba su cabello, tenía extensiones largas que le molestaban, pero una queja jamás sería oída por parte de la más joven.

—Realmente el vestido no me gusta mucho...

—Rosario, me importa una mierda si querías ir desnuda, ahora te pones esto, no molestes tanto —. La mayor se acercó al espejo, ignoraba totalmente la tristeza de su hija, simplemente se pintaba sus propios labios sin tomar importancia a ella.

RarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora