Boda

123 18 139
                                    

Podía sentir ambas piernas temblar frenéticamente ante el mero pensamiento de ver a Rosario cuando se parara a su lado encima de ese altar, esas pequeñas mariposas en su estómago se habían vuelto enormes y revoloteaban hasta hacerlo vomitar.

Sus inseguridades estaban entrando en lo profundo de su cabeza, ¿quién nunca ha sentido que no merecía algo?, pues el sí, y lo sentía en exceso, casarse era un pensamiento que a penas se le había pasado por la cabeza, luego de la propuesta de la más importante mujer en su vida, todo estaba tranquilo, aun que por dentro se estuviera muriendo, pero acá estaba, en un altar esperando a que su futura esposa entre.

Rosario se había vuelto todo, describirla era algo imposible, intento con un poema, incluso con una canción, pero jamás podría describir lo increíble que era, era algo que se había vuelto tan cotidiano y simple, pero al mismo tiempo algo tan importante, no sería capaz de admitirlo, lo era todo, no importaba que dijera o hiciera, ella lo era todo, no podía describir cuanto quería estar para complacerla, cuanto quería hacerla feliz, le importaba más que a sí mismo.

¿A quién había amado antes de ella?, ¿por quién podría sentir que su corazón dolía de solo alejarse?, ¿con quién sentiría ese abrazo en su pecho de solo pensarla, ¿quién haría que su corazón reventara de solo escuchar esa boba risa?, se sentía culpable de no ser ninguna de las cosas que esa hermosa mujer era, no tenía la seguridad para describir alguna de las cosas que pensaba.

Sus piernas temblorosas se movían de un lado a otro, no diría palabras amorosas hasta que estén en privado, no tenía que estar tan nervioso, no tenía razón para estarlo, pero sentía su pecho arder de solo recordar sus momentos juntos, su primera vez, su primer beso, cuando se volvieron pareja, cuando rieron, cuando lloraron, era una larga lista de "cuando", ya quería besarla, solo podía pensar en como la besaría sin vergüenza delante de todos los presentes, sintiéndose orgulloso de casarse con "el putón del barrio".

Sintió que se le erizó la piel al notar que Mario había llegado a su lado, casi muere en cuanto siente el olor a mariguana que venía de él, suspiro y se dio la vuelta para mirarlo con desaprobación, quería decir mil cosas, pero sus piernas flaquearon y tubo que abrazarlo para no caer, escondió su cabeza en el hombro del otro a punto de soltar lágrimas, sentía como si una persona se apoyara en su espalda, como si un enorme peso lo aplastara y susurrara cosas horribles.

—¿Y ese cariño, chabon? —. Soltó una risa y lo separo, notando su cara triste de inmediato —. ¿Te paso algo, Laucha?, decime todo, soy el equivalente a tu papá o tu amante.

—No me siento bien, estoy seguro de que amo a Rosario, pero no creo ser suficiente para ella, ¿y si merecía algo mejor?, ¿y si cuando se sube acá se da cuenta de que no soy bueno para ella?, ¿y si vomito en su vestido, me pone una orden de alejamiento y después compra gatitos para que sean sus hijos, entonces consigue otra pareja y después me dice que está con alguien más y es madre o padre de los gatitos?.

—Pibe, sos re esquizo, medicate gordo, no se va a ir con nadie, que vos seas aburrido hasta el culo no significa que la piba te va a dejar, ¿qué te pasa?.

—¡Pero no la viste nunca en tu vida!, ella es perfecta, me gusta todo de ella, es hermosa, inteligente, tiene una personalidad increíble, y no sé, tiene buenas tetas, ¡mierda!, es imposible hablar de todo lo que me gusta de ella —. Su cara cambió a un total color rojo casi flúor, se tapó la cara soltando pequeños gemidos de estrés.

—Para, Raúl, pareces un nene —. Dio varias palmadas en su hombro sintiendo que quería reír de solo ver a su amigo actuar de esa manera —. ¿Cómo vas a pensar eso justo ahora?, sos muy estúpido amigo.

—Es que... Rosario es todo —. Dijo con los ojos aguados mientras oía la risa de Mario a pesar de que este se cubrió con las manos la boca —. ¡No te rías!.

RarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora