Poco cariño

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Raúl se encontraba en la habitación junto a su pareja, ambos abrazados con la luz apagada, fingiendo estar dormidos para no ser molestados por la madre de Rosario, esta tenía muchas cosas que preguntarle a ambos, y lo que menos quería la pobre mujer era estar estresada.

En cuanto escucho el sonido de una de las puertas cerrarse Rosario suspiro tranquila, le dio un beso suave en la mejilla a su prometido y se soltó del abrazo, Raúl le dirigía una mirada de cofunción, apenas había llegado a casa y ya se tuvo que encerrar en la habitación, no estaba enterado de nada.

—¿Puedo saber que paso mientras estaba fuera?.

—Mi madre ya llego, Vladímir y Paúl también —. Echo un suspiro largo y dio besos en el mentón del hombre —. Necesito que finjas unas cosas por mí ¿bien?.

—Claro, obvio que te voy a ayudar mi rosa —. Se pegó a su cintura y beso su cuello, quedando sorprendido al ser separado.

—Necesito que no sepa que tuve sexo, no te me insinúes, no seas muy dulce, nada —. Su tono era bastante serio como para parecer una broma.

—¿¡Que!?, ¿nada de besos?, ¿que no sea dulce?, no me podés pedir algo como eso, es mucho, no puedo —. Sacudió a su prometida de los hombros y escondió la cabeza en su pecho.

—Sí... tampoco podés meter tu cabeza ahí.

—¡Rosario te estás pasando! —. Saco la cabeza y se tapó la cara con las manos sintiéndose molesto en exceso.

—Ya lo sé, pero no puedo dejar que piense cosas raras de mí, ya es mucho con que no pueda tener hijos, aun que tampoco sabe eso... —. Tomo las manos de Raúl y las quito de su cara.

—Rosi, te amo, pero me gusta demostrártelo todo el tiempo, suena un poco complicado no ser meloso, ¿realmente es tan necesario?.

—Va a ser por un rato, en la boda podés ponerte tan dulce como se te dé la gana, ¿está bien? —. Su tono cambió a uno cariñoso mientras daba un simple beso en su mejilla.

Raúl suspiró y asintió, todo este tiempo se había acostumbrado a ser demasiado cariñoso con Rosario, siempre se pegaba a ella sin importar donde estuvieran, jamás dejaba de ser empalagoso, no poder hacerlo ni en su propia casa era algo que odiaba, pero si Rosario se lo pedía no pensaba negarse jamás.

En cuanto se levantó se encontró con que Rosario ya estaba abajo, ambas mujeres se miraban fijamente mientras su pareja se encontraba tratando de cocinar, Raúl veía la escena confundido sabiendo que no había peor persona que Rosario para cocinar, le dio una mirada confusa y esta solo sonrió, estaba odiando seguirle el juego, así que solo le dio una saludo de manos y paso de largo.

Vladímir se encontraba en el balcón, Raúl a penas lo había notado, no quería intervenir y no tenía nadie más con quien estar, se fue directo hasta él con una sonrisa amable, notando que este estaba fumando, el chico le dirigió una mirada que demostraba el poco aprecio que le tenía, el mayor se quedó perplejo, sabía que no fue el mejor con Vladímir, pero tampoco para eso.

—¿Cómo estás?, ¿no vas a desayunar?.

—No tengo ganas ahora, voy a comer después.

Raúl miraba a Vladímir con preocupación, podía ver ojeras enormes en sus ojos, además de que estaba más flaco de lo que pensó, su piel estaba bastante más pálida, parecía un muerto, solo deseaba agarrarlo y llevarlo a un hospital, pero sabía que solo lo enojaría más.

—¿Seguro?, puedo hacer algo para vos, ¿que te gusta? —. Se acercó un poco con una sonrisa amable.

—¿Sos sordo?, te dije que no quiero nada, no me molestes —. Vladímir saco el cigarrillo de su boca y se lo tiro al hombre.

Pero por más que Raúl fuera amable, él no era nadie para tratarlo así, agarro al chico y tiro de su brazo para acercarlo, no quería molestarlo, solo recibir mínimo una disculpa, se sorprendió al ver que Vladímir temblaba como un conejo asustado, lo soltó con cuidado mirándolo a los ojos.

—No me vuelvas a tocar... tonto —. Su cara se puso roja de vergüenza luego de haber dicho el insulto más flojo posible, bajo las escaleras rápido y se fue.

Raúl quedó confundido y vio que desde las escaleras su suegra lo miraba con seriedad, bajo las escaleras con una sonrisa nerviosa, se sentó en la mesa aun teniendo la mirada fija de la mujer mayor sobre él.

—¿Cuánto tiempo llevan juntos?.

—Bastan... —. Paro su oración al ver que Rosario movía sus manos negando —. ¿Un año?.

—Bien, bien, debo suponer que nunca tuvieron sexo ¿verdad?.

—¿No es un tema muy privado? —. Echo un quejido al ver que Rosario volvía a negar —. No, nunca.

Raúl se sentía irritado de tener que estar mintiendo, no era muy fanático de las mentiras, pero aunque no lo admitiera era un gobernado, así que con toda su sumisión se dejó guiar por las todas las cosas que Rosario le dijera.

Todos en la mesa tuvieron que fingir que la comida tenía un sabor espectacular, aun que fuera la peor comida que se llevaron a la boca, el único problema fue que el niño más pequeño no dejaba de hablar sobre lo malo que era, al punto de que lo tiro el suelo, Raúl se sentía sumamente molesto por esto, pero no pudo hacer nada por órdenes de su futura esposa.

Luego de un rato su suegra por fin se había ido, Raúl mantenía su mirada seria sobre la mujer que estaba tirada en el sillón, no tenía la costumbre de comer algo tan horrible, todavía tenía sabor a quemado en la boca, Raúl se sentó a su lado con un vaso de jugo, se lo entrego con una sonrisa amable y le dio un beso en la frente.

—Odio esto, realmente no sé si quiero que se vaya o que se quede —. Echo un quejido y se sentó mirando a Raúl, quería abrazarlo, pero si lo hacía ya no se querría separar.

—¿De verdad querés que se quede?, es la versión femenina del padre de Vladímir —. Se acercó un poco en un intento de acostarse en su pecho de manera disimulada, con todo este tiempo haciéndolo ya no conocía otra forma de calmarse.

—Ya sé, pero no tengo a mi padre, Raúl, al menos la tengo a ella.

—Algo me hace pensar que tenés que parar, no entiendo por qué dejas que todos te pisoteen —. Se alejó con molestia y escondió la cabeza en una almohada del sillón.

—No podés decirme nada, vos te dejas pisotear por mí.

—Si, pero a mí me gusta, es diferente —. Respondió con un sonrojo en sus mejillas —. Ni siquiera sabe que no podés tener hijos, solo estás volviendo a lo que hacías con Miguel, ¿cuándo vas a parar?.

—No es tan fácil salir de ese lugar ¿bien?, tenés que entender que no tengo a nadie... —. Bajo la cabeza con tristeza.

—Sé que no es mucho, pero me tenés a mí, y a Cris y a tu amiga que no conozco, solo no te dejes maltratar —. Raúl aprovechó la distracción y le dio un fuerte abrazo, además de un ataque de besos por toda la cara —. Cuando se vaya esa vieja de mierda voy a volver a ser tuyo —. Dijo mientras llenaba la cara de su prometida con besos haciéndola reír.

—¿Vas a ser mi perro sé nuevo?, nunca lo dejas de ser, maricón —. Soltó entre carcajadas mientras se subía a él y lo llenaba de besos igualmente.

A comparación de Raúl, Rosario tenía cosas de ella misma que no lograba superar, desde muy joven era así, cambiar a una persona es una de las tareas más complicadas que pueden existir, pero aun así Raúl vendería su alma con tal de que esa mujer pudiera parar de dejarse aplastar por el resto, no deseaba nada más.

RarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora