vestido

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Rosario estaba lista para intentar nuevamente encontrar el vestido perfecto, su día de absoluta felicidad estaba por venir, donde tendría la mirada de Raúl solo puesta en ella, donde podría ser una esposa para él, deseaba que todo fuera perfecto, y para eso necesitaba verse bien, soltó una risa baja con sus mejillas rosadas de pensar en Raúl, sabía bien que incluso si fuera con una bolsa de papas ese hombre le dedicaría mil poemas.

Esperaba fuera de su casa, sentía tranquilidad mientras pensaba en su prometido, ya había pensado mucho sobre lo que le haría en la luna de miel, sus pensamientos se disolvieron en cuanto vio que su amiga se acercaba, se sorprendió al recordar que olvidó avisarle a Shirley que ya no precisaba su ayuda con el tema de su vestido.

—Me alegra verte, ¿las cosas mejoraron con Vladi y tu mamá? —. Shirley se acercó y abrazo con fuerza a la mujer para luego soltarla, no pudo evitar preocuparse al ver su cara.

—Si, en realidad te había llamado porque Cris ya no me puede ayudar con ese tema, ahora no se despega de Vladi, pero... ya se ofreció mi mamá con respecto al vestido—. Explico nerviosa.

—Oh, ¡no hay problema!, vamos las tres —. Sonrió dulcemente mientras veía a la mujer mayor salir del lugar —. Buenas tardes, señora —. Se acercó mostrando su mano para un saludo amable.

—¿Y ella? —. Pregunto la mujer mayor.

—Es mi amiga, ahora se llama Shirley, pero ya la conocías con "ese" otro nombre —. Señalo la semi rubia sonando tranquila.

—¿El niñito afeminado?, ¿el hijo de los López?, ¿este es Sebastián?, dios nos libre de acabar como este degenerado —. Soltó con desprecio apartándola con ambas manos, caminando a paso lento y seguro.

—Shirley, no quiero que ella te trate mal, mejor no vengas... —. Pidió aterrada de la idea de lo que su mamá era capaz de decirle a la mujer.

—Ya me dijeron cosas así antes, está bien, en un rato se le va a pasar, quiero ayudarte con el vestido —. Sonrió dulcemente y camino detrás de la mayor de las tres.

La mente de Rosario se llenó de malos escenarios donde su madre decía cosas hirientes acerca de su amiga, la idea de que le hicieran daño a su única amiga la dejaba sintiendo dolor en el pecho, aun que sentía algo de felicidad al saber que Shirley era capaz de quererla tanto.

Fueron tienda tras tienda caminando tranquilas, la comprometida se sentía en paz al ver que su madre no había hecho un comentario molesto hacia nadie, estaba impresionada, sentía que esa mujer estricta y molesta ya no estaría más, sentía que estaba obteniendo esas migajas de amor y respeto que siempre deseó.

Entraron a una de las últimas tiendas, se veía cara, pero la mujer no había ahorrado excesivamente por nueve años para nada, este era su momento, se probó varios, pero nada le bastaba a ella, eso fue hasta que encontró un vestido blanco, tenía un escote que deja a un poco notorios sus pechos, se sintió preocupada por esto, pero pensaba que sería perfecto para que Raúl se recostara ahí.

Soltó una risita luego de pensarlo, no le parecía mala idea, y como su esposo dijo, ella debía sentirse cómoda, después de todo solo era grasa, al ponérselo noto que también dejaba brazos y piernas a la vista, nuevamente se preocupó, pero suspiro, más calmada salió con el vestido, al menos a su parecer era ideal.

—¿Y este?, me encanta este —. Rosario sintió que había encontrado el vestido perfecto, tenía muchos detalles hermosos, además se sentía liviano y no era tan largo por delante como para molestar al caminar.

—¡Es perfecto Rosi!, yo creo que es ideal—. Su amiga sonrió contenta de verla tan emocionada, aun que le doliera, sabía que ella era feliz, solo eso le importaba.

—Vos lo decís por pajero, no te vas a poner eso, elegí otro —. La mujer mayor se levantó de su asiento notando la mirada intimidada de su hija ante su acercamiento.

—Por favor, no la llames así, además es perfecto, va a hacer calor y... —. Sus palabras fueron paradas al ver esa mirada de decepción en la mirada de la otra mujer, su miedo solo creció al verla —... Tenés razón, está bien ma, busquemos otro —. Se dio la vuelta nuevamente para vestirse, no deseaba otro vestido, pero esa mujer era su madre, era todo lo que le quedaba.

—No deberías apoyarla, si querías cometer adulterio con ella lo hubieras hecho antes.

—¿Qué?, ¿usted piensa que quiero tener sexo con Rosi solo porque le dije que ese vestido estaba bien?, realmente le quedaba lindo, y ella se veía feliz.

—Por favor, no hay otra razón, ¿que clase de degenerado finge ser mujer si no es para acercarse a una mujer estúpida? —. Su tono era bajo, pero también era como un golpe de agua fría.

—No es por eso, así me siento yo... —. Trato de mantener el agua dentro de ella, a pesar de que sentía dolor al soltar cualquier palabra, se sentía invalidada.

—Déjame decirte algo —. Se acercó lo suficiente para que su respiración se sintiese en la cara de la otra —. Nunca vas a ser una mujer de verdad, ¿entendés Sebastián?, travesti —. Su tono era firme, era como una salpicada de veneno justo en el pecho, una risa salió de su garganta al ver los ojos aguados de la chica.

—¿Está todo bien? —. Pregunto Rosario al salir con un vestido que no dejaba que se le viera ni el cuello.

Miro a su madre quien sonreía presumida, sin duda sentía orgullo de sus palabras hacia la amiga de su hija, la otra se encontraba parada con los puños cerrados mientras temblaba, no quería llorar delante de su amiga, solo lograría dar pena delante de ella.

—Me voy a casa, que tengas suerte con el vestido —. Se acercó a Rosario y le dio un abrazo fuerte, quiso evitarlo, pero sollozo alto sin poder más, se tapó la boca y salió temblorosa del lugar tratando de esconderse de alguna mirada cuanto antes.

Rosario quedó perpleja, el vestido le molestaba mucho como para salir corriendo detrás de ella, no dijo nada, solo bajo la mirada al suelo, quería exigirle a su madre, quería insultarla tanto como lo haría con cualquier otra persona, defendía a sus seres queridos siempre, pero no tenía otra mamá, solo la tenía a ella, no podía exigirle aunque quisiera, ya se había metido en el pozo, ya estaba muy profundo, solo quedaba ahogarse para salir.

RarosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora