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No sabía que existían lugares tan escalofriantes hasta que las puertas de metal se abrieron y la edificación del hospital se hizo visible frente a mis ojos. Sin duda alguna era un lugar al que no visitaría voluntariamente.

El hospital se encontraba alejado de la comunidad, en medio de un espeso y frondoso bosque. Lo rodeaban unos muros de piedra de no más de tres metros de altura. Deduje que la seguridad se enfocaba en el interior del edificio, pues no parecía muy complicado saltarlos.

Quería mantenerme en esa idea, porque tan sólo de pensar que me estaba adentrando a un hospital psiquiátrico cuya carencia era precisamente la seguridad hacía que saltaran todas las alarmas en mi cabeza.

Landon y yo intercambiamos una mirada antes de entrar. Se había ofrecido a llevarme con su coche patrulla pese a haberle insistido en que quería ir sola para no levantar sospechas.

Rodeamos una fuente de agua con unas pequeñas estatuas angelicales esculpidas en piedra. Me causó gracia la ironía, porque ese sitio debía ser de todo menos un paraíso.

El coche se detuvo justo enfrente de la entrada del edificio. La fachada del hospital se extendía en una línea larga de ladrillos carcomidos por el tiempo y la negligencia. Las ventanas eran pequeñas y estrechas, enmarcadas por piedra desgastada con moho. Algunas de ellas tenían rejas oxidadas.

Estaba convencida de que, si buscabas en internet «los hospitales más aterradores de todos los tiempos», el primero en salir sería ese.

Me desabroché el cinturón y volteé para despedirme de Landon, pero él ya me estaba mirando en silencio con el miedo y la preocupación palpando en sus ojos.

—Estaré bien —aseguré, intentando sonar lo más convincente posible.

—¿Me estás intentando convencer a mí o a ti misma?

—Supongo que a ambos —admití.

—Pues no te está funcionando.

Él apartó la mirada al frente y tensó la mandíbula.

—Voy a matar a Foster.

—No lo harás.

Soltó una risa irónica.

—Ponme a prueba.

Si no fuese policía, me hubiese preocupado de verdad.

—Había otras opciones, Jules. Siempre las hay.

—Lo sé, pero no siempre se te ofrece una oportunidad así.

—Desde luego —murmuró.

El abrazo que me dio después me resultó bastante reconfortante, y no supe lo mucho que lo necesitaba hasta que nos separamos de nuevo. Deseé por un instante congelar el tiempo y seguir aferrada a él hasta que todo esto terminara.

—Ten cuidado, ¿vale? Y si en cualquier momento quieres renunciar al plan, avísame y te sacaré de aquí.

Asentí con la cabeza y tomé un profundo suspiro antes de salir del coche.

Noté la mirada de Landon clavada en mi nuca mientras avanzaba rumbo a la puerta. Hasta que no estuve dentro no escuché el motor, como si quisiera protegerme de cualquier peligro externo, cuando el peligro real se encontraba dentro de esos muros.

Una sensación de ansiedad se apoderó de mí mientras veía cómo el vehículo de Landon se alejaba por el camino de tierra y me encontraba sola frente a la imponente fachada del hospital.

Ya estaba ahí.

Ya no había marcha atrás.

Una mujer adulta sentada tras un mostrador estaba charlando con el guardia de seguridad, un hombre alto y robusto. Él estaba de pie a su lado mientras le susurraba algo al oído y la mujer sonreía satisfecha. A mi parecer estaban demasiado cerca como para ser dos simples personas que ejercían su trabajo.

En la línea de fuego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora