11

44.9K 2.1K 2.2K
                                    

Mis ojos no lograban discernir nada más allá de la negrura.

Era un lugar oscuro y desolado. No había nada a mi alrededor, era como si estuviese atrapada en un abismo sin límites perceptibles. Ni paredes que delimitaran el espacio, ni objetos que pudieran orientarme de alguna forma, ni personas a las que pudiese acudir. Nada. Solo un espacio vacío y perturbablemente silencioso.

Comencé a caminar sin rumbo, pero cada paso que daba no conducía a ninguna parte. Simplemente andaba, buscando inútilmente alguna salida.

De pronto vislumbré una silueta emerger de la negrura. Mis pies se detuvieron al instante. Su presencia se volvía más clara a medida que se acercaba, y fue imposible no saber de quién se trataba. Esos hombros anchos, esa figura esbelta, ese hermoso rostro...

—¿Nolan? —murmuré, escudriñándolo con mis ojos.

Se detuvo a pocos metros de distancia.

—¿Dónde estamos? —le pregunté.

—En tu mente.

—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué estoy contigo en mi propia mente?

—Porque es el único lugar al que puedo contactar contigo.

—No... no lo entiendo.

El suelo comenzó a temblar bajo mis pies.

—No tengo mucho tiempo. Tienes que ir a la última planta de este edificio.

—¿En los sótanos?

—No. En la última planta, Jules. En el corazón de este hospital.

—¿Qué...?

La figura de Nolan comenzó a desvanecerse lentamente en la penumbra, como si la oscuridad misma se lo llevara consigo.

—¿A qué te refieres? ¿A dónde tengo que ir?

—Recuérdalo, Jules. No hay tiempo que perder.

—¡Nolan, espera!



Me desperté de golpe, jadeando y empapada en sudor. La línea entre la realidad y la pesadilla se desdibujaba mientras trataba de ajustar mis sentidos. Al incorporarme, mis ojos se enfocaron en la figura que tenía a mi lado y di un respingo, asustada.

—¿Otra pesadilla? —preguntó Adler, sentado en la silla del escritorio con ambos codos apoyados en sus rodillas y la mirada fija en mí.

—Eso parece —murmuré, algo confusa. Era la primera vez que la sentía tan real—. ¿Llevas mucho rato aquí?

—He ido a buscarte porque me ha parecido extraño que no bajaras a desayunar.

Me pasé una mano por el pelo, adormecida.

—¿Qué hora es?

—Las once. Ya hace una hora que han cerrado el comedor.

Genial, me había quedado dormida. Y era algo que no podía permitirme, especialmente porque aquí solo había tres comidas al día y ya me había saltado una.

Supongo que eso es lo que sucede cuando no duermes las horas suficientes. Anoche regresé a mi habitación bastante tarde. Estuve hasta las cuatro de la madrugada con Lexi, intentando resolver un rompecabezas al que le faltaban al menos la mitad de sus piezas.

—Has mencionado a Nolan en tus sueños —dijo de repente, cambiando abruptamente de tema.

Sus ojos, que estaban clavados en mí, transmitían una mezcla de curiosidad y otro sentimiento que no supe descifrar en ese momento.

En la línea de fuego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora