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Y ahí estaba, en la misma habitación que el asesino más temido del país. El responsable de más de trescientas muertes en estos últimos cinco años. El autor de crímenes inhumanos, cuyas atrocidades llenaban los archivos y quedaban grabados en la memoria de quienes lo investigábamos.

Intenté recordar la gravedad de sus crímenes y la razón por la cual estaba allí, pero sus rasgos perfectamente esculpidos y su presencia imponente nublaban mi juicio. Esos ojos oscuros y esos labios tan perfectos alejaron por un segundo todo pensamiento coherente.

Su atractivo era innegable, y debía ser sin lugar a dudas un arma valiosa para usarla en contra de sus víctimas, pues la gran mayoría eran chicas jóvenes que debían haberse rendido ante sus pies.

Y no las culpaba. Lo había visto en algunas imágenes que se me proporcionaron de él, pero verlo en persona era muy distinto. Tenía algo en su mirada que era magnético, como si pudiera hipnotizar a cualquiera que se cruzara en su camino.

¿Trataría de matarme aquí? ¿Sería su próxima víctima? ¿Encontrarían mi cadáver en esta habitación, como aquellas pobres chicas? No me pareció haber visto que llevara ningún arma encima.

Nolan sonrió con una calma escalofriante, como si disfrutara de mi desconcierto. Era consciente del impacto que su presencia generaba, y se estaba aprovechando de ello.

—¿Te sorprende encontrarme, detective? —preguntó ladeando la cabeza con una voz grave que hizo que me erizara toda la piel.

«Detective»

Una oleada de pánico recorrió mi cuerpo. Abrí los ojos ante la sorpresa, todavía con su mano cubriéndome la boca con firmeza. No supe cómo, pero sabía por qué estaba aquí. Y eso me dejaba en una clara desventaja.

Mi pulso se aceleró. Tragué saliva con dificultad, intentando mantener la compostura. Era una investigadora privada, acostumbrada a enfrentarse a situaciones peligrosas, pero nada me había preparado para este encuentro.

Necesitaba oxígeno, y respirar solo por la nariz no estaba ayudando en absoluto. Nolan pareció notar ese detalle, porque recorrió cada centímetro de mi rostro antes de bajar lentamente la mano.

En cuanto mi boca quedó libre de cualquier agarre, comencé a dar grandes bocanadas.

Me sentiría ridícula si le pidiera que no me hiciese daño. Después de todo, tenía motivos más que suficientes para hacerlo. Si había asesinado a chicas jóvenes sin ningún motivo, ¿qué le impedía hacerlo a una detective con intenciones de enviarlo a prisión?

—Debo reconocer que es muy valiente por tu parte entrar sola en un lugar como este. Dime, ¿qué te ha impulsado a aceptar este caso? ¿La sed de justicia o simplemente la necesidad de dinero?

—No te incumbe —respondí con vehemencia, tratando de recuperar mi coraje.

Nolan soltó una risa suave y burlona, como si mi respuesta le divirtiera.

—Oh, por supuesto que me incumbe. Porque ahora formas parte de este juego. Un juego en el que cada movimiento que hagas podría ser tu último suspiro.

—Tienes que tener una mente muy retorcida para creer que todo esto es un juego.

Se inclinó hacia mí con esa sonrisa ladeada y me susurró al oído:

—La vida, detective, ya es un juego. Y el más peligroso de todos. Tú deberías saberlo mejor que nadie. Algunos lo juegan con más astucia, y otros simplemente son... eliminados.

Me quedé en silencio, absorbida por sus palabras. Cuando se separó de nuevo, manteniendo una distancia prudente, pude volver a soltar el aire que inconscientemente había retenido en los pulmones.

En la línea de fuego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora