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Había estado creyendo durante todo este tiempo que era Nils quien estaba detrás de esa máscara, y ahora lo tenía justo enfrente, observándome con una mezcla de preocupación y desconcierto.

Desvié la mirada hacia el enmascarado, que seguía siendo retenido por Adler. No se me ocurría quién más podía ser.

—Quítale la máscara —dije con un hilo de inquietud.

Adler me obedeció enseguida y la deslizó hacia arriba en un movimiento.

Me topé con un chico. Tenía el cabello de un tono marrón claro y rizado. Al observarlo detenidamente, pude notar algunas pecas salpicadas en su nariz y en sus mejillas, lo que le daba una apariencia inocente.

Está claro que las apariencias engañan.

Sus oscuros ojos se clavaron en mí con tanto odio que sentí un escalofrío.

—¿Lo conoces? —me preguntó Adler.

—No, nunca antes lo había visto.

—¡Mientes otra vez! —gritó el chico entre dientes.

Sí. Esta vez sí que estaba mintiendo.

Porque algo en él me resultó familiar.

—Es Matthew Adams —dijo de pronto la chica pelirroja—. Está ingresado en el ala de cuidados intensivos. Padece esquizofrenia.

Tras esa revelación, el ambiente quedó sumido en un profundo silencio.

—¡Mírame bien, zorra! ¡Me conoces! ¡Él y yo éramos igua...!

Se interrumpió bruscamente cuando Adler le lanzó un puñetazo en la boca.

—Vuelve a faltarle el respeto y te quedarás sin dientes —masculló él.

—Lleváoslo de aquí —le pidió la pelirroja a sus amigos—. Le está dando una crisis.

Adler no lo soltó hasta que no se aseguró de que lo tuviesen bien agarrado, uno por cada brazo.

—¡No estoy loco! ¡Ella lo mató! ¡Fue ella! —comenzó a gritar, forcejeando para liberarse de ellos. Estaba completamente fuera de sí.

De pronto sentí un pinchazo en la cabeza. El ruido a mi alrededor se volvió confuso y mi visión borrosa. Cerré los ojos con fuerza, y cuando los volví a abrir experimenté una sensación abrumadora de mareo. Todo daba vueltas a mi alrededor.

Lo último que recuerdo es oír unas voces distantes, como si estuviese bajo el agua.

Después, oscuridad.

* * *

Noté un ligero balanceo, me estaba moviendo. Parpadeé pausadamente, tratando de enfocar mi visión. Los árboles pasaban junto a mí y el viento rozaba mis brazos y piernas desnudas. Pero no tenía frío, de hecho sentía una agradable sensación de calor mientras mi cabeza seguía apoyada en un pecho firme y duro.

El cansancio se apoderó de mí, sumiéndome una vez más en la oscuridad.

* * *

Cuando abrí los ojos, ya no estaba en el bosque. Ahora me encontraba en una superficie blanda y suave. Estaba cubierta por una fina sábana, y mi antebrazo estaba protegido con una gasa. Al igual que la herida del pecho.

Al mirar a mi alrededor, reconocí la habitación que ya había visto en varias ocasiones. Beth estaba sentada en su cama jugando con una caja de chicles, lanzándola y atrapándola al aire de forma repetitiva y automática.

En la línea de fuego ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora