Capítulo 45: ...Venid a mi Encuentro

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Clara rebuscaba compulsivamente entre los pasillos, salas y habitaciones del búnker a ese insecto, a la madre de las larvas que ahora se movían libremente en su mente agotada y llena de estática que silenciaba el estruendo terrible y las alarmas que inundaban el lugar. Los gusanos le hacían moverse rápida y compulsivamente, no podían pasar un segundo más sin saber del bienestar de su reina.

Pensó en buscar en la celda de Leryda, pero no se atrevió, ese lugar era un hervidero.

Su rápido caminar la llevó a toparse con Jersey, cerrando la puerta que separaba una de las salidas al exterior con el resto del búnker. Ella tomó a la mujer por el brazo musculado, siendo esta incapaz de quitárselo de encima.

Pregunto por Catlyn y la terrateniente le informó que se encontraba detrás de la pesada puerta.

Le ordenó abrirla, como si aún tuviese poder sobre ella.

La mujer aceptó sin rechistar.

Sin más entrar la puerta se cerró tras de ella, estaba a 20 metros, una docena de escalones y una compuerta de hierro del exterior.

Enfrente de esas escaleras, dándole la espalda, encorvada y con el cabello largo y oscuro cubriéndole la espalda, esperaba una figura familiar. Parecía un espanto, inmóvil, sujetando el rifle como si fuese la primera vez.

La pelirroja sintió una ligereza extraña, corrió hasta ella:

-¡Tu!, ¿Qué mierda haces...?

Ella volteó al oír su llamado, a la vez que Clara la tomaba con fuerza y la arrojaba hacia las escaleras. Ambas cayeron, el cañón del arma se presionó con fuerza en el abdomen de Armstrong.

...

La persecución continuaba mientras el diezmado Convoy atravesaba el suelo de arenisca roja. Los vehículos de Marcano habían desaparecido, pero el grupo tenía la certeza de que no andaban lejos.

Moraes fue quien atendió el mensaje de uno de varios helicópteros que llegaron minutos después del Mike-5, el cual reportó de una especie de búnker o base militar que desprendía grandes cantidades de calor. Un gran manchón rojo oscuro al sur del cañón que de por sí, siempre estaba pintado de ese color.

Era un pequeño sol en medio de las dunas.

-Sigan en dirección sur, la fuente de energía está a menos de 2 kilómetros.

El oficial, luego de dejar la radio a un lado, observo detrás de su asiento, a través del parabrisas reventado las pocas fuerzas que le quedaban, unos 5 vehículos más otro par que se quedaron rezagados o se perdieron durante la retirada de Las Brujas.

Sacudiéndose el miedo, comunicó a su jefa la información recibida.

-¡Que buena noticia!, ojalá esos radares hubiesen funcionado hace años.

-No entiendo nada, ministra. Una cosa así debe consumir un montón de recursos para mantenerse, ósea, no es como mantener una moto o un carro, alguien debe meterle mucho a ese monstruo.

Con las manos estrangulando el volante, Seamann pensó en las posibilidades; quizás había estado apagado o desactivado por años y su administración tampoco es que invirtiera mucho en la seguridad integral del cañón, ¡era un sitio alejado de la mano de cualquier entidad!, ni siquiera sus propios habitantes recorrían esos parajes, para ella, la etnia piel de hierro solo decía ser dueños de aquellos terrenos por vanidad, para decir que tenían el estado más grande del país, mientras se mecían en hamacas y fumaban las hojas secas que ella cargaba en el bolsillo.

Solo toleró un cigarrillo, al sentirse mareada lo arrojó por la ventanilla.

-No sé, Felipe... esos bastardos se llevaban hasta los floreros, tendrán dinero de sobra y el material para hacerlo.

Olvidada: La Nación Sin NombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora