Yuanfen - Ereri

CAPÍTULO 3

La motocicleta de Falco se detuvo frente a él, y Ethan sintió alivio de que el mayor estuviera sólo en ese instante, porque no sabría cómo reaccionaría si también iba a buscarlo con Erick.

El alfa frente a él se quitó el casco, con su cabello desordenado cayendo sobre sus ojos, y Ethan sintió deseos de pasar sus dedos por entremedio de su pelo.

Por supuesto, se contuvo.

―¿Necesitas un aventón para tu casa? ―preguntó Falco, sonriendo y ofreciéndole el casco.

Ethan lo tomó, poniéndoselo, y subió detrás de Falco. Lo abrazó por la cintura, el masculino olor alfa envolviéndolo.

Ethan no sabía a qué olía él, no podía adivinar su aroma, pero esperaba que no fuera algo tan fuerte como el olor de Erick. Inmediatamente quedó un poco aturdido cuando el aroma de cuero y pino lo llenaron.

―¿Puedo pasar la noche en tu casa, por favor? ―preguntó en voz baja.

Falco pareció tensarse unos segundos, sin embargo, luego relajó sus hombros y encendió la moto.

―Tus deseos son órdenes, pequeño.

Cerró sus ojos cuando el apodo envió una ola de calor por su espina dorsal, y se aferró al cuerpo de Falco apenas partió, apretando contra su cuerpo la cajita con las cartas.

Minutos después Falco se estacionó fuera de un conjunto departamental, por lo que Ethan se bajó, esperando al alfa para que lo guiara a su hogar.

―Vivo solo ―comentó Falco en el ascensor―, bueno, con Erick ―se removió, nervioso―. Sobre lo del otro día, me disculpo por él...

Ethan lo miró, asintiendo.

―No importa ―contestó, restándole importancia.

Falco rascó su mejilla, sin decir otra cosa, y cuando las puertas del ascensor se abrieron salió hacia la derecha, deteniéndose delante de una puerta. Ethan le siguió avergonzado, pero sin saber exactamente el porqué.

El más alto abrió, quedándose quieto.

Ethan sintió que se ahogaba cuando un olor suave, como loción de bebé, llegó a su nariz.

―¿Falco? ―se oyó una voz viniendo del interior―. Estoy aburrido, ¿por qué no vienes y me follas?

Sentía de pronto sus mejillas coloradas, en especial cuando los ojos de Falco se dilataron.

―Mierda, Erick, ve a ponerte algo de ropa ―ordenó Falco, entrando.

―¿Por qué? ¿Sigues enojado conmigo? Anda, prometo... ―Erick se enderezó cuando Ethan apareció también, sin mirarlo a los ojos―. Oh ―el omega bajó un poco la camisa blanca y larga que llevaba, ocultando su ropa interior―, bueno, si quieres un trío...

―¡Erick!

El omega soltó un resoplido, poniéndose de pie, y marchándose al cuarto mientras murmuraba por lo bajo.

Falco dejó las llaves de la moto sobre la mesita junto a su casco, frustrado y molesto, y Ethan cerró la puerta detrás de él, sin saber qué hacer exactamente.

―¿Quieres un café? ―ofreció Falco, yendo a la cocina americana.

Ethan sacudió su cabeza, nervioso, y Falco lo miró unos segundos. Luego, abrió el refrigerador sacando dos cervezas, ofreciéndola una en silencio.

El más pequeño miró la lata, parpadeando.

―Soy menor de edad ―dijo, pero agarró la cerveza.

Falco se encogió de hombros.