EL PARTO

466 58 15
                                    

En el momento en que Eren entró a casa, sintió un tirón en el lazo que compartía con Levi. Su alfa se alteró e identificó enseguida el tirón: malo. Malo, su omega sufría.

Por lo mismo, se apresuró en subir las escaleras, con su nariz percibiendo el rastro de feromonas maternas de Levi. Lo encontró en la habitación que compartían, sentado en el suelo y llorando sin control alguno, con un montón de ropas esparcidas a su alrededor.

―Mi amor ―exhaló, yendo hacia él―, ¿qué ocurre, bebé?

Levi hipó y limpió sus ojos, como si de esa forma pudiera eliminar las lágrimas de sus ojos. Eren se arrodilló a su lado, con una mano acariciándole la mejilla y la otra yendo hacia el abultado y enorme vientre del omega.

Levi acababa de cumplir los ocho meses una semana atrás. Eren no podía ser más feliz, viendo a su bonito omega deslumbrante por el embarazo, pero admitía que las cosas no eran sencillas. Su pareja estaba con las hormonas revueltas, además de encontrarse muy nervioso por las complicaciones que pudieran tener: al fin y al cabo, traer trillizos al mundo no era algo fácil. Tenían fecha de parto para dos semanas más, y a veces, se sorprendía por lo ansioso que estaba.

Sorbió por su nariz.

―Es... es u-una tontería... ―barboteó Levi.

―No es una tontería si estás llorando ―respondió Eren, besándole la frente―. Vamos, puedes decirme cualquier cosa.

El omega emitió un sollozo bajo.

―Es que... ―trató de limpiarse las nuevas lágrimas―. Mírame, llorando por esto cuando... cuando he pasado cosas peores...

―Mi amor, tienes derecho a llorar por cualquier cosa.

Sus palabras, por supuesto, lo hicieron llorar más.

―¡Es que... es que nada me queda! ―exclamó Levi, y Eren no se sorprendió ante dicho ataque. Al fin y al cabo, al menos cada dos semanas se ponía a llorar por eso desde que su vientre comenzó a crecer―. ¡E-estoy tan gordo, Eren!

Normalmente, Eren solía abrazarlo y comenzaba a consolarle con palabras dulce: no estaba gordo, sino preñado. Una vez tuviera a los bebés, recuperaría su talla. Podía ejercitarse para sentirse mejor.

Ahora, sin embargo, otras palabras se filtraron por su boca.

―Pues me encantas así ―le murmuró al oído y Levi dejó el llanto―, mi lindo omega panzón.

Levi chilló por sus palabras y le dio un manotazo en el brazo, sin poder creer lo que acababa de escuchar. La tristeza se convirtió en enfado.

―¡E-eres un idiota! ―exclamó.

―¡Pero si te dije que me encantas!

―¡No estoy panzón!

―Claro que sí ―Eren lo abrazó a pesar de que Levi volvió a golpearle, ahora en el hombro, y sus manos se posaron en ese enorme vientre―. Bien panzón por mis cachorritos.

―¡Suéltame, cretino! ―y comenzó a revolverse, queriendo que el alfa le soltara. Se encontraba muy indignado por lo que estaba escuchando, sin poder creer que Eren le dijera palabras tan crueles: ¿es qué no veía que le estaba diciendo gordo? Aquel pensamiento hizo que el enojo se volviera, otra vez, tristeza―. ¡¿Tan enorme me encuentras?! ―exclamó, y comenzó a llorar.

―No enorme ―corrigió Eren, acostumbrado ya a las lágrimas de su omega―, panzón y bonito.

―¡Te odio!

―¿Eh, papá, qué pasa?

Los dos adultos se voltearon hacia la puerta, donde Ethan se asomaba con una expresión de desconcierto. Levi quería correr hacia su hijo y abrazarlo, pero su enorme vientre le impedía, incluso, ponerse de pie sin ayuda de alguien. Más llanto se filtró por sus ojos.

Yuanfen - EreriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora