Madre

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La partida de su familia fue sin dudas uno de los momentos más dolorosos de su vida.

La vida ya le había dado muchas cosas, pero parecía que siempre debía pagarlo.

Sangre con sangre.

Para recuperar a los dragones debía perder a su padre, y para salvar a los vikingos era el turno de los dragones para dejarla atrás.

Pasó los últimos veintiún años de su vida viviendo con ellos, solo para que ella les pague por todo al escoger a los vikingos por encima de ellos.

Kreston, o Chimuelo como le encantaba decirle, era su mayor arrepentimiento. Tantos años de amistad que se transformaron en amor solo para que al final ellos se dieran cuenta de que viven en mundos completamente diferentes a pesar de que ella en cierta parte tiene sangre de dragón.

¿Pero el pequeño que tenía en sus brazos? Esa era una historia completamente diferente.

Su pequeño Torden era tan especial. Una mezcla entre ambos, una viva imagen de ellos.

La primera vez que lo tuvo a su lado lloró a la vez que una hermosa sonrisa adornaba su rostro. Veía fascinada al bebé que había llegado al mundo hace pocos minutos y ahora se había convertido en su mayor prioridad.

Juntó su frente con la suya, siempre con el mayor cuidado posible, y le susurraba palabras de amor y cantaba canciones de cuna en su lengua natal. El bebé obviamente lloraba, pero para ella era su señal de que no era un sueño y tenía a su pequeño con ella.

Sus deberes de jefa la dejaban agotada, por lo que eran Astrid o su madre quienes tenían que cuidar del chico cuando ella no podía. Sin embargo, cada vez que llegaba a casa para cenar, siempre lo hacía con su hijo para que ambos pudieran convivir todo el tiempo posible para después arroparlo y darle su beso de buenas noches.

Cuando se sentaba en el sillón frente a la chimenea observaba con nostalgia el collar que una vez fue un regalo de él para ella. Hicca lo seguía portando aún después de tantos años como prueba de todas las aventuras que había vivido cuando era jóven; y a palabras de Chimuelo, bastante necia y terca, aunque eso signifique lo mismo.

Ella estaba sorprendida de lo parecido que Torden resultó a ellos. Sí, admitía que su hijo era bastante curioso y necio, por lo que siempre se metía en problemas.

Ahí se dió cuenta de que tenía una larga lista de disculpas que ofrecerle a todos los que les dió un dolor de cabeza.

Pero del lado de su padre, él tenía un corazón noble, era apasionado, y no se dejaba intimidar por nada. No podía evitar soltar risas cada que lo veía devorar su comida como si no hubiera un mañana y sus pequeños colmillos le daban ese efecto de que era, en realidad, el hijo de un dragón.

¿Se arrepentía de algunas cosas? Claro que sí, pero ese era el aprendizaje y al final la terminó moldeando en la persona que era en día.

¿Le molestaba que los dragones la hayan dejado atrás? No realmente, ya que ella fue la que tomó la decisión.

¿El tener a su hijo? Esa fue su bendición.

Para ella, no había regalo más grande que el ser una madre.

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