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La vez anterior, Syndra había sido capturada y sometida a tortura por intentar escapar. A pesar de haber ido al hospital para verla, le habían negado el acceso; nadie podía visitar a la Emperatriz hasta que los superiores consideraran que estuviera "lista", según les decían. Irelia no se quedó de brazos cruzados y movió cielo y tierra hasta obtener el alta de Syndra, llegando incluso a hacer algunos arreglos para que les asignaran una habitación privada.

Cuando los médicos llevaron a Syndra a su lado, lo hicieron en una silla de ruedas. A simple vista, Irelia pudo notar que esta vez habían sido especialmente crueles con la chica; su cuerpo estaba lleno de magulladuras de principio a fin. Aunque su rostro permanecía intacto, sus ojos reflejaban cansancio y tristeza, por lo que Irelia optó por no hacer preguntas. Cuando subieron a Syndra a la ambulancia para llevarlas a su habitación de recuperación, Irelia simplemente tomó la mano de Syndra y la entrelazó con la suya. Sin embargo, Syndra no pronunciaba palabra, su mirada permanecía fija al frente como si estuviera ausente.

Cuando llegaron a su destino, Irelia se encargó de empujar la silla de Syndra hasta su habitación. Fue en ese momento, cuando estuvieron a solas, que Irelia pudo finalmente abrazar a Syndra. Durante todo ese tiempo, había contenido sus lágrimas. Ver todas las marcas en el cuerpo de Syndra la había afectado profundamente, y esta angustia solo se agravaba al ver que Syndra no reaccionaba.

Syndra continuaba perdida, incapaz de concentrarse en nada. Parecía como si su mente estuviera en otro lugar, escuchando las palabras de Irelia pero sin poder procesarlas. Su cerebro solo registraba ruido.

Después de un rato de llanto, Irelia cargó a Syndra en sus brazos y la colocó en la cama, proporcionándole un lugar más cómodo para descansar. Luego, se dirigió a la cocina para preparar un poco de comida y té. Syndra tenía un amor especial por el té y había gastado todo su dinero en conseguir hierbas de diferentes regiones para mezclar sabores. Cada vez que se escapaban, Syndra le ofrecía a Irelia una mezcla nueva para probar, pero siempre tenía consigo una mezcla de frutos rojos que era su favorita. Así que Irelia preparó precisamente eso para ella.

La comida consistía en una crema de zanahorias, un poco de pan, uvas, plátano y, por supuesto, el té. Dada la situación de Syndra, que probablemente llevaba días o semanas sin comer sólidos, una dieta líquida era la opción más apropiada. Irelia regresó a la habitación con la comida y la mostró a Syndra, quien continuaba sin reaccionar. Irelia tomó una cucharada y dio un bocado, esperando que Syndra imitara el gesto. Finalmente, Syndra abrió la boca, comprendiendo el gesto, y permitió que Irelia le diera de comer. Irelia estaba emocionada al ver esta reacción y siguió alimentándola hasta que Syndra terminó todo.

Después de limpiar los platos y ordenar todo, Irelia regresó a la cama junto a Syndra, quien temblaba. Irelia intentó ponerse de pie, preocupada por el estado de Syndra, pero esta la detuvo.

- Abrázame. – Fue la primera palabra que Syndra le dio en todo este momento y ella regreso a la cama girando su cuerpo para poder abrazar completamente a Syndra.

La mujer que solía mostrarse como una fiera implacable ahora se hallaba recostada en el pecho de Irelia, aferrándose con fuerza mientras lloraba desconsoladamente. Los agentes la habían capturado cuando intentó ir a su escondite para ver a Irelia. La acusaron de deserción y tenía tres cargos de este tipo en su expediente, por lo que esta vez fueron más severos que en ocasiones anteriores. Los agentes revisaron sus pertenencias y notaron que llevaba objetos para dos personas, lo que desató gran parte de su tortura, ya que buscaban descubrir quién planeaba "huir" con ella. A pesar de sus intentos de explicar que esos objetos eran provisiones para ella, no le creyeron, y su tormento aumentó de manera implacable hasta dejarla en el estado en el que se encontraba.

Nuestro futuro LeonaxDianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora