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Las coordenadas señalaban el inicio de la Zona de Protección Sur Targon, un terreno montañoso marcado por picos escarpados y desfiladeros profundos. El equipo B de combate se deslizaba sigilosamente entre las sombras, moviéndose con una precisión entrenada y una determinación feroz.

A lo lejos, la fortaleza enemiga se alzaba imponente, sus torres de piedra se recortaban contra el cielo estrellado. Las defensas enemigas estaban preparadas, pero el equipo estaba listo para desafiarlas.

Con un gesto del líder, los guerreros cargaron hacia adelante, sus espadas relucientes cortaban el aire mientras avanzaban hacia la primera línea de defensa enemiga. Flechas ardientes se arremolinaban en el cielo nocturno, pero los escudos del equipo los protegían de los proyectiles mortales.

Los guerreros targoneanos se lanzaron al ataque con ferocidad, sus gritos de guerra resonaban en el valle mientras se enfrentaban a los soldados del sol. La batalla era caótica y frenética, cada movimiento calculado con precisión mortal.

Los enemigos caían bajo el filo de las espadas, sus cuerpos yacían dispersos por el suelo empapado de sangre. Los guerreros targoneanos luchaban con una intensidad implacable, decididos a asegurar la victoria a cualquier costo.

A pesar de la ferocidad de la resistencia enemiga, el equipo de combate avanzaba sin vacilar, derribando las defensas una por una. La fortaleza enemiga se tambaleaba ante el ataque implacable, y la esperanza de la victoria se aferraba firmemente en el corazón de cada guerrero targoneano.

El equipo B avanzaba con una ferocidad implacable, desatando su furia sobre los soldados del sol con una precisión mortal. Cada golpe, cada corte, llevaba consigo la promesa de destrucción y venganza. Los enemigos caían uno tras otro, incapaces de resistir el ímpetu arrollador del equipo B.

En medio del campo de batalla ensangrentado, un soldado con vestimenta completa luchaba con una destreza incomparable. Sus dagas se movían con rapidez y letalidad, cortando el aire y encontrando su objetivo con precisión quirúrgica. Sin embargo, a medida que la batalla avanzaba y los cuerpos de los caídos se acumulaban a su alrededor, un sentimiento de malestar comenzó a crecer en lo más profundo de su ser.

Cada vez que el soldado veía los rostros pálidos y ensangrentados de los soldados del sol, sentía una punzada de dolor en su corazón. Había presenciado demasiada muerte, demasiada violencia sin sentido, y el peso de la culpa y el remordimiento la abrumaba. Aunque estos soldados eran enemigos en el campo de batalla, no podía evitar ver en ellos a seres humanos inocentes atrapados en una guerra injusta, víctimas de un rey tiránico y sus ambiciones despiadadas.

A pesar de su habilidad para infligir daño, el soldado se encontraba cada vez más atormentada por la realidad brutal de la guerra. Los gritos agonizantes, el olor a sangre y el choque de las armas resonaban en su mente, recordándole el precio terrible que la guerra exigía a quienes la libraban. Aunque seguía luchando con fiereza, una sombra de duda y desesperación se cernía sobre ella, amenazando con ahogarla en un mar de angustia y desesperanza.

Pero a pesar de todo se negó a rendirse. Con cada golpe de su espada, renovaba su determinación de luchar por un futuro mejor, uno donde la paz y la justicia prevalecieran sobre la violencia y el sufrimiento. Aunque el camino hacia esa meta fuera arduo y lleno de sacrificios, estaba decidida a seguir adelante, sabiendo que su valentía y su fuerza eran la única esperanza para un mañana más brillante.

-Se extrañaba su destreza con las dagas señorita Du Couteau- La almitante Glasc se acercaba a ella mientras limpiaba sus armas

-Yo no- Katarina se quito el casco para poder tomar un poco de aire- Nunca me acostumbre a usar estas cosas.

Nuestro futuro LeonaxDianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora