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En tiempos olvidados, cuando las estrellas aún eran jóvenes y los susurros del vacío resonaban en las profundidades de la tierra, la humanidad emergió en la superficie, inconsciente de las sombras que acechaban en lo profundo.

El vacío, antiguo y hambriento, devoró a los primeros habitantes, consumiendo su esencia y dejando solo el eco del silencio en su estela. Pero cuando la tierra parecía estar destinada a la oscuridad eterna, un resurgimiento ocurrió.

Una nueva humanidad floreció, ajena al peligro que acechaba bajo sus pies. El vacío, observando con paciencia, permitió que la sociedad creciera y se expandiera, acumulando fuerzas en las sombras para su próxima embestida.

Entonces llegó el día en que las hermanas, Serylda, Avarosa y Lissandra, vieron la amenaza que se avecinaba desde las profundidades. Con valentía y sacrificio, se enfrentaron al vacío, deteniendo su avance y protegiendo a la humanidad de su voracidad insaciable.

Pero el precio de la victoria fue alto. En el fragor de la batalla, Lissandra, la guardiana del hielo eterno, perdió a sus amadas hermanas, sacrificando su existencia para mantener al vacío a raya. Sin embargo, el peligro nunca desapareció por completo. Las sombras aguardan en silencio, acechando en las profundidades, esperando el momento adecuado para emerger una vez más y reclamar lo que una vez fue suyo.

El vacío, implacable en su avance, resurgió con una ferocidad renovada. Nosotros, los mortales, nos enfrentamos a él con armas afiladas y conocimientos ancestrales en el arte de la guerra. Durante un tiempo, pudimos contener su avance, pero su número y ferocidad superaban nuestras defensas.

Shurima, la joya del desierto, cayó ante la oscuridad voraz del vacío. A pesar de nuestros esfuerzos, el enemigo era implacable, multiplicándose en legiones que se desplegaban sin cesar.

Nosotros, las razas inferiores, nos encontramos divididos. Mientras el vacío avanzaba, nuestras disputas internas y rivalidades superficiales nos debilitaban. Muchos preferían olvidar la amenaza inminente y sumergirse en conflictos territoriales y diferencias triviales entre regiones.

Aunque nuestra población crecía día a día, nuestras filas estaban desorganizadas y nuestras prioridades dispersas. El vacío aprovechaba nuestra discordia, avanzando sigilosamente mientras nos enfrascábamos en luchas internas.

En medio del caos y la desunión, la sombra del vacío se cernía sobre nosotros, recordándonos la necesidad urgente de unirnos y enfrentar nuestra verdadera amenaza, antes de que sea demasiado tarde."

Así surgieron las academias de combate, un refugio de esperanza en medio de la oscuridad creciente. Cada nación erigió sus propias instituciones en sus territorios, forjando a los más valientes y hábiles guerreros.

Dejamos atrás el odio hacia los magos, comprendimos que en la diversidad de habilidades radicaba nuestra fuerza. Abandonamos el temor a lo desconocido, reconociendo que en la unión y la comprensión yacía nuestra verdadera fortaleza. Incluso los jóvenes problemáticos encontraron un nuevo propósito, canalizando sus habilidades y energía hacia la defensa de nuestro mundo.

En las academias, se cultivó el valor, la destreza y el sentido del deber. Los estudiantes aprendieron a dominar sus habilidades, a trabajar en equipo y a luchar por un bien común. Cada día, se preparaban para un enemigo que acechaba en las sombras, un enemigo cuyo regreso era inevitable, aunque su hora aún fuera incierta.

El dilema radicaba en preservar la ilusión de una vida tranquila para todos, sin revelar el verdadero horror que acechaba en el futuro. Mientras tanto, continuábamos preparando a más y más soldados, sin que el público conociera la verdadera amenaza que se cernía sobre nosotros. Seguíamos fingiendo conflictos internos y caos para evitar que la sociedad colapsara, mientras en secreto nos preparábamos para el inevitable enfrentamiento con el vacío.

Nuestro futuro LeonaxDianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora