Dinero y pasión, amor y odio

21 3 0
                                    

Ya solo faltaban diez días antes de regresar a Madrid, y parecía que había llegado a ese pueblo tan solo ayer, un lugar que se había ganado un profundo espacio en mi corazón. No quería que tanta amabilidad por parte de Carmen y Germán se quedara sin recompensa, así que creí adecuado planear una cena en casa. Era algo bastante simple comparado con lo que quería ofrecerles, pero, aunque contaba con la ayuda económica de Esteban, consideré que una comida casera hecha con aprecio tendría un valor mucho más significativo para todos.

—Estamos muy clásicos hoy. Casta Diva —dijo, apoyándose sobre la aún desvencijada puerta de mi segundo cuarto.

—Maria Callas —agregué mientras ordenaba las fotografías sobre la pared.

—De hecho, el compositor es Bellini. ¿Puedo pasar?

—Solo si prometes no tocar nada.

Rio levemente.

—No hay problema con eso ––aseguró, ingresando––. Aquí están los libros de recetas que pude comprar —informó, colocando dichos objetos sobre el escritorio—. Te aconsejo que leas la receta completa para saber bien qué comprar. La nevera vendrá el viernes por la mañana.

—Gracias.

Esteban se plantó junto a mí, observando mis obras de arte. Se aproximó a unos centímetros de las fotografías para poder verlas más a detalle, ya que su reducido tamaño dificultaba su apreciación.

—Sí que tienes talento —comentó.

—¿Eso fue sarcasmo? —pregunté, volteándolo a ver con los ojos entrecerrados.

—No, hablaba en serio —afirmó sin mayor expresividad en su rostro.

Asentí, esbocé una sonrisa y continué con mi labor.

—¿Has tomado clases de fotografía entre todos tus rebuscados cursos? —indagó.

Rodé los ojos.

—No.

—¿Por qué?

—A ti parece apasionarte la música, ¿verdad?

—Sí...

—¿Entonces por qué no eres músico?

—Nunca lo había pensado... Tal vez porque creo que nunca tendría éxito o nunca llegaría a ninguna parte. O tal vez porque creo que no soy tan bueno para reproducirla, sino para apreciarla.

—Esa no era la respuesta que esperaba.

—¿Qué esperabas?

—Creí que me dirías que considerabas más interesante poder disfrutar de algo apasionante cuando se descubre, en vez de estudiarlo.

—¿Pero no se supone que de eso se trata encontrar una profesión? ¿Algo que te apasione?

Exhalé pesadamente antes de colgar la última fotografía y retroceder un poco para apreciar mi trabajo.

—Los fotógrafos, como la mayoría de los artistas, no son bien pagados, o por lo menos no lo son lo suficiente para sustentar el estilo de vida que llevo.

—No puedes estar hablando en serio... ¿Dinero es todo lo que piensas? —dijo con una voz apagada.

Me volteé para quedar frente a su perfil y contradecir su afirmación como de costumbre.

—Lo entenderías mejor si no tuvieras el peso de encontrar un buen empleo para administrar la fortuna de tu padre y liderar sus empresas sobre tus hombros.

—Oscar Wilde decía que si sabes lo que quieres ser, entonces inevitablemente te transformarás en eso, y que esa es tu condena. Pero si nunca lo averiguas, entonces puedes ser cualquier cosa. Él dice que no somos sustantivos, somos verbos. No somos una cosa, somos personas que hacen cosas, y nunca sabemos lo que haremos mañana.

¡Tu estúpido rostro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora