Resolución

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—Hola Nick —atendí con la mirada fija en mi mascota.

—Te tengo un notición.

—Dime.

—Se me ocurrió buscar información de Esteban en el ministerio de sanidad, consumo y bienestar de Madrid para probar suerte. Y qué crees, estuvo internado para rehabilitación en el Intituto Europeo ALFI.

—¿Qué? —inquirí, desviando la mirada de Blanca y sintiendo como los nervios se me venían encima por el acelerado palpitar de mi corazón.

—Busqué información de personas que estuvieron tratándose al mismo tiempo que él. Contacté a una de ellas y me dio información sobre dos personas que eran muy cercanas a él. Una de ellas está muerta, pero tengo la dirección de la otra.

Tenía dos alternativas: ir tras Esteban o seguir pretendiendo que no me importaba.

—¿Adela?

—Mándame la dirección. Nos vemos allí.

Precipitadamente, me metí al coche y me dirigí hacia la dirección que me mandó Nick. Tras ver a mi amigo esperándome frente a la entrada del edificio, descendí del coche y toqué el timbre. No había ningún guardia vigilando, solo varios intercomunicadores, así que solo el chico desconocido podía abrirnos paso dentro. Nick tocó el timbre del apartamento 602.

—Buenos días —saludó una voz a través de intercomunicador.

—Buenos días. ¿Es el departamento de Lucas Hernández? —pregunté—. Soy la hermanastra de Esteban Muñoz y...

—Pasad —me interrumpió antes de que la puerta se abriera.

Subimos por el ascensor al sexto piso.

—¿Crees que nos dé información? —cuestionó Nick.

—Eso espero. Sonaba amigable.

Una vez frente a la puerta, tocamos el timbre. Tan solo pasaron unos cuantos segundos antes de que un joven de cabello rizado, con gafas y una apariencia de científico nuclear, nos recibiera. Ese chico era Lucas, quien, tras las formalidades, nos convidó a pasar a su hogar. Las ansias y la prisa que tenía por saber de Esteban me suplicaban que rechazara su amable oferta y fuera directo al grano. Sin embargo, mi amigo no me dio oportunidad de reaccionar.

—Gracias —dijo Nick, ingresando.

Rodé los ojos y fui tras él.

—Sentaos, por favor. ¿Queréis algo de beber? ¿Jugo, agua...? —ofreció el anfitrión luego de cerrar la puerta.

—Agua estaría bien —aceptó mi acompañante, dejándose caer sobre el sillón.

—Yo también, gracias —contesté, tomando asiento junto a Nick.

El departamento del chico era acogedor y sustancioso a pesar de lo pequeño y antiguo de su estado. Había un sutil olor a humedad en el aire que se mezclaba con un aroma de suavizante de lavanda. No había rastros de polvo sobre ninguno de los muebles ni de suciedad sobre el piso o las alfombras. «Ya veo por qué eres íntimo amigo de Esteban.» La cocina era abierta, de modo que prácticamente no existía división entre ese espacio y la sala de estar. Aparte del balcón que iluminaba el recinto en el que estábamos, una gran fuente de luz provenía del lado izquierdo de la cocina; era fácil suponer que se trataba de la lavandería. Por las dos habitaciones al fondo del pasillo a la derecha de la entrada, pude deducir por las tres puertas que no vivía solo o, por lo menos, alquilaba una de las habitaciones.

—Cálmate, sino lo asustaremos —me susurró Nick al oído.

Rodé los ojos mientras estrujaba levemente mis dedos como si fueran hechos de plastilina.

¡Tu estúpido rostro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora