Cenicienta sin hechizo

15 3 0
                                    

—¿Divirtiéndote? O ayudas o no comes —sentenció el imbécil luego de abrir la puerta de los asientos traseros.

—Arg.

Apagué la radio, bajé y lo ayudé a meter las cosas.

—¿Por qué compraste casi solo latas? —cuestioné.

—Vamos a una casa vieja, es casi seguro que no hay nevera.

Una vez las cosas dentro del coche, pasamos por otras tiendas para comprar otras cosas de primera necesidad. Finalizadas las compras, nos dirigimos hacia el pueblo.

—¿Cómo es que se llamaba el pueblo? —pregunté.

—Illán de Vacas.

—¿Por qué? ¿Hay vacas? —dije sarcásticamente.

Rio levemente.

—La palabra Illán viene del vasco y se refiere a una piedra o mineral raro con propiedades mágicas. Así que podrásdeducir que le pusieron ese nombre por ser una joya de España por sus cualidades favorables para el ganado. Aunque elnombre del pueblo es más conocido por el culto a San Illán.

—¿Investigaste el pueblo?

—Un poco.

—¿Cómo es que logras estar entusiasmado por esto? Prácticamente te han quitado tu verano para venir a un lugar tan aburrido como este.

—Es verano y estoy viajando a un lugar técnicamente nuevo. ¿Por qué habría de estar enfadado o de mal humor?

—Claro, porque es agradable pasar el verano en un pueblo inhóspito lejos de tu novio y tu mejor amiga con una sola maleta de ropa, forzada a trabajar, sin móvil, sin dinero y con la persona que más odias en este planeta.

—Mientras más te enfoques en los aspectos negativos, peor la pasarás. Ni siquiera conoces el pueblo y ya lo tachas de aburrido.

—Ya lo veremos. ¿Cuánto tiempo falta?

—Diez minutos.

—Pensé que quedaría más lejos de la ciudad.

—Son veinte minutos en coche, pero son doce horas a pie y aproximadamente tres horas en bicicleta.

—Quién necesita Google contigo.

Rio abiertamente.

—Aprovechando los minutos que nos quedan... Hay que establecer reglas.

—Ahora solo me falta el uniforme de presa y a ti, el de policía, para estar completos.

Volvió a reír. «¡Basta de sarcasmos, Adela!», me castigué al constatar que al idiota le divertían mis comentarios y lo que quería lograr era, justamente, lo contrario.

—Como decía... No tienes derecho a usar el coche, así que ve pensando en cómo te movilizarás. Tu padre no nos dio tanto dinero como para gasolina. Siempre tienes que avisarme a dónde irás o dónde estarás. No tenemos cómo comunicarnos porque no tienes móvil y no hay señal. Solo podrás consumir comida si pagas cada quincena; solo podrás hacerlo sin problema la primera semana mientras...

—Encuentro empleo, ya lo sé —interrumpí en un gruñido—. ¿Algo más?

—Te ayudaré con gusto solo si me lo pides, aunque creo que eso probablemente no pasará.

—Supones bien.

Me incliné sobre el asiento para poner la radio y evitar tener que seguir hablando con el borde. Al divisar el letrero indicando el nombre del pueblo, pegué el rostro a la ventanilla. Había una construcción que parecía ser una pequeña ydeteriorada iglesia a un costado de la entrada. Las pocas casas que había visto eran bellamente rústicas. Nadie pasaba por lascalles, ni siquiera un animal o alguna barrilla. El lugar era más acogedor y solitario de lo que había pensado. El imbécil aparcó frente a una casa con ladrillos color naranja, unidos por franjas blancas. La puerta tenía una rejilla y una lámparacolgando del lado izquierdo. Descendimos del coche y el idiota sacó sus llaves para abrir la rejilla y luego la vieja puertade madera. Al abrirla, se pudo sentir el ambiente encerrado y repleto de polvo que allí yacía. Casi pegada sobre la espalda del borde a fin de usarlo como escudo por si algún animal o entidad desconocida se atrevía a atacarnos, avanzamos dentro de la abandonada casa. Una ventana del lado izquierdo y una puerta corrediza que daba a lo que se suponía era el jardín, eran las únicas entradas de luz del recinto. Al llegar a lo que parecía ser el salón, un ratón nos dio la bienvenida corriendo justo frente a nosotros. Enterré mis uñas en el hombro del idiota y mi grito apavorado cerca de su oído ambientó un poco el silencio fúnebre de la casa y del pueblo entero.

¡Tu estúpido rostro!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora