47. La tarde

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Ni siquiera sabía por donde empezar

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Ni siquiera sabía por donde empezar. Su primer impulso fue salir corriendo en busca de Carine, pero luego llegó esa novedad. La buena noticia de que Menfric sobrevivió, y lo que les dijo no la dejó nada tranquila. Muy poco le duró la alegría de saber que Robloc y Thaenya estaban vivos, porque el que estuvieran prisioneros solo podía significar una condena. Nadie sobrevivía a un juicio por brujería, todos los sabían.

Fue eso lo que la frenó de salir corriendo por Carine. Eso, y saber que Nhesto quería arriesgarse a ir por ellos. Chelty tenía razón, en el estado en el que estaba no era recomendable ni seguro. Cierto que parecía tener un mejor aspecto, pero sin que la lanza funcionara, era solo un hombre que no podría enfrentar tanto peligro. Quería creerle, se veía tan seguro y ella sabía que como escogido tenía una conexión especial con el espíritu, tal vez era ese algo lo que le hacía hablar con tanta firmeza sobre sus planes.

Y, en honor a la verdad, ella también hubiera salido directo a la villa si se enteraba de que tenían a Carine a punto de ser juzgada por brujería. No estaba Ethelvell, y eso de cierta forma les daba ventaja. No podía detener a Nhesto ni quitarle la oportunidad de salvar a las personas que amaban. Además, Cheltine y Menfric lo acompañarían. Cenn también iba a tener que apresurarse, si lograba llevar a Mallku a salvo con ella, el poder de la lanza se recuperaría, y Nhesto ya no tendría rival.

—Promete que vas a cuidarlo —le pidió a Cheltine mientras se despedían. Los caballos ya estaban listos, pero Nhesto fue a dar las últimas indicaciones antes de su partida. Incluso ordenó que, si para el amanecer no tenían noticias de ellos, fueran a buscarlos.

—Eso no tienes que pedirlo, no voy a dejar que le pase nada —contestó la joven.

—Dime, ¿tú de verdad crees que Nhesto va a recuperar el poder de la lanza? —Chelty se encogió de hombros.

—¿Y si está mintiendo? ¿Y si solo está desesperado por salvar a su kuyak? No tengo idea, Cenn. Lo que sí te digo es que voy a estar atenta para evitar que se ponga en riesgo. Si tengo que golpearlo para que no se lance a un suicidio, créeme que lo haré.

Cenn desvió la vista un instante apenas, y posó los ojos en Menfric, quien estaba muy concentrado preparando el caballo en el que iría. Y muy silencioso también, cosa que podía entender. Siempre fueron él y Marloc, nunca se separaron, y de pronto la tragedia llegó a su vida. Claro que estaba triste, no iba a juzgar su reacción.

—Oye, Menfric —le dijo, y el hombre la miró apenas—. ¿Has visto a Vienna? Va a venir conmigo para ir por la duquesa...

—Qué sé yo —comentó con indiferencia, algo que la hizo arrugar la frente. ¿Acaso ellos dos ni siquiera se habían reencontrado? ¿A él no le importaba? Eso sin duda fue extraño...

—Bien, todo listo. —Nhesto llegó justo detrás de ellos, y caminó apresurado hacia su caballo. Sin decir nada más, se montó—. ¿Nos vamos?

—Ya estoy listo —anunció Menfric.

Cenicienta y los olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora