12. Escogida

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Mientras miraba la ceremonia, Carine sentía que se sobrecogía

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Mientras miraba la ceremonia, Carine sentía que se sobrecogía. Para muchos esa era una mera formalidad, una tradición que tenían que cumplir. Pero ella creía, de verdad que sí. Con disimulo, se llevó una mano al pecho. Le latía fuerte, emocionado. Porque esa mañana era hermosa, y había algo especial que era imposible negar. Un sentimiento colectivo tal vez, o la realidad de que Madre de la tierra estaba ahí, entre ellos, recibiendo su gran ofrenda.

"Yo sí creo en ti", se dijo, esperando que de alguna forma ella la escuchara. "Pero, dime, ¿qué quieres de mí? ¿Por qué me has escogido? ¿Por qué no me das señales? ¿Por qué no me hablas?"

No lo entendía. Sabía que los espíritus no percibían el tiempo de igual manera, que ese concepto temporal no tenía significado en su plano. ¿Acaso Mallku pensó que ella ya había recibido la anunciación de Madre de la tierra? ¿O eso estaba por suceder? No sabía, pero si hasta el espíritu Dán la abandonó cuando dejó de serle útil, ¿no sería normal que Madre de la tierra tampoco le tomara importancia? O tal vez la escogió y se arrepintió, otra consecuencia lógica de sus actos. Cierto que Madre de la tierra acogía en su seno a los muertos, pero de seguro tampoco era entusiasta de que ella se los mandara con anticipación y con un poquito de sustancias nocivas. Casi se carcajea en plena ceremonia, ¿y si no estaba equivocada? Bueno, ya lo averiguaría.

Ese día tenía demasiadas cosas en qué pensar y ocuparse, no podía detenerse con reflexiones espirituales. Quería disfrutar de la ceremonia, pero era difícil concentrarse. Los representantes de cada condado presentaron sus ofrendas, sus danzas típicas, entre otros. Por supuesto, el único que le llamó la atención fue el de Nayruth. A lo lejos reconoció a Thaenya, y también aceptó que sin duda los trajes tejidos a mano de los Nay eran exquisitos. Esos colores tan llamativos, cada detalle que los adornaba. La destreza, la vitalidad, la elegancia que tenían. Las otras danzas le parecieron básicos y aburridos en comparación a lo que vio. Ojalá, se dijo, Cenn estuviera bailando entre ellos.

—¿Disfrutando del espectáculo, su gracia? —preguntó Ethelvell, quien estaba a su lado. Ella solo giró los ojos, ¿por qué tuvo que arruinarle el momento con su odiosa voz?

—Ya no —le dijo con desagrado, y apenas le dedicó una mirada cargada de desprecio. ¿No se moría por ser su prometido? Pues Eric resistió mucho, que ese idiota aprendiera a aguantarse.

—Nunca vi un baile Nay, estoy en verdad impresionado —comentó Francis para bajar la tensión. En ese momento era él quien ocupaba la posición principal, y ella no tuvo alternativa que invitar a los nobles Nayruth a su lado en el palco. Después de todo, y en teoría, se iba a casar con el heredero legítimo.

—Oh, majestad. Ya ve usted que a veces los salvajes Nay pueden entretenernos. No todo es malo entre ellos. Cuando se esfuerzan, presentan cosas pintorescas y agradables —comentó la condesa Adelphia. Su futura suegra, si es que no moría en un trágico accidente antes. "Deja de pensar en matar, Carine. La única solución no es la muerte", le dijo Mireille en su fase "voz de su conciencia".

Cenicienta y los olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora