Estaba teniendo un día largo y extraño, no acababa de creerse la situación en la que se encontraba. El día anterior, aceptando su destino, pensando que viviría entre los Nay, que iba a dejar atrás el castillo de Nayruth solo para salvar su vida. Y en ese momento ahí, cargando paquetes de vestidos y acomodándolos en el carruaje de la condesa de Adua. Y eso no fue todo, sino que aprovechando que estaban en la modista, la mujer ordenó que le tomaran las medidas para mandar a hacerle trajes nuevos, digno de una escolta de una noble poderosa como ella.
La condesa hablaba poco, pero en general le pareció amable. Ante las demás personas a sus servicios le presentó como el caballero Cenn de Nayruth, y si alguien tuvo dudas de que en realidad hubiera nacido varón, ni siquiera se atrevió a expresarlo. Por supuesto, no era la única persona encargada de escoltar a la condesa, también iban otros guardias, el cochero, un paje y dos doncellas que la asistían. Escuchó que era costumbre en Berbard que un caballero designado por la duquesa acompañara a las damas de la nobleza durante su visita a la capital del ducado, así que no sabía bien cuanto tiempo iba a durar esa gracia.
Cenn le entregó la nueva ropa de la condesa a una sierva de la residencia de esta, y luego emprendieron el camino de regreso al castillo Berbard. En honor a la verdad, sí estaba algo nerviosa sobre cómo desempeñar su papel de escolta. Poco sabía del comportamiento de un caballero al observar a Etheldan, o practicar algunas cosas con él como las danzas, pero había mucho que ignoraba de ese mundo de nobleza y temía cagarla en cualquier momento. O acabar ofendiendo a alguien que sería peor.
Llegaron al fin. Se suponía que a partir de ese día tendría que instalarse en el castillo, y no sabía qué iba a ser de su vida. O hasta cuando iban a quedarse en Berbard, pues en verdad no esperaba que la temporada fuera larga. Tampoco entendía cuál iba a ser la dinámica: ¿Caballero de día y dama de noche? ¿Qué querían en realidad? Nadie le dio una explicación, ni siquiera la condesa. O al menos así fue mientras contaron con compañía.
Apenas entraron al castillo, la condesa Leonela despidió a su guardia y doncellas, solo permitió que Cenn se quedara a su lado. No sabía a donde iban mientras recorrían un pasillo largo que parecía interminable, la condesa iba unos pasos por delante. Cenn sentía que aguantaba la respiración, como si ser muy ruidosa pudiera acabar ofendiendo a la mujer. Así fue hasta que esta habló.
—Debo decir que no estoy muy conforme con la decisión de mi sobrina —comentó ella sin mirarla, disimulaba mientras seguía caminando—. ¿Qué opinas tú?
—Tampoco entiendo el objetivo de todo eso, mi señora.
—Sí, eso me pareció. Su gracia ha exigido que permanezca en su castillo, aun cuando tengo una cómoda residencia en la capital. Por supuesto, su objetivo no es celebrar nuestro encuentro familiar.
—Claro... —murmuró. Así que la tía Leonela estaba enojada porque tenía que hacer la divina voluntad de Carine. Y esa voluntad era mantener cerca de su nuevo entretenimiento, al parecer.
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Cenicienta y los olvidados
FantasyCenneth es la hija legítima del conde de Nayruth, un antiguo reino caído que aún mantiene sus tradiciones. Obligada a ser parte del servicio, Cenneth encuentra refugio en la gente de su pueblo. Cuando su mejor amigo Nhesto le confiesa que fue elegid...