17. Crueles

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No estaba confundida, o tal vez sí

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No estaba confundida, o tal vez sí. No era que volver a ver a Cheltine le hubiera afectado mucho, o quizá sí. Bueno, tan sorprendida no estuvo, pues siempre supo que partió a Berbard, y que podría encontrarla. Solo que pasó tanto desde la última vez que el destino las juntó, y se hallaron tan distintas que el impacto fue inevitable.

Si bien Cenneth siempre supo que Cheltine no estaba hecha para quedarse callada y agachar la cabeza, no imaginó que los años le darían la osadía de enfrentar a autoridades abusivas, y ser parte de movimientos de lucha por los derechos de los trabajadores y del pueblo. Por supuesto, Cheltine le dejó claro que no esperaba verla en Berbard, y menos sacando una espada para defenderla. Ni siquiera ella se la creía, cada vez que rememoraba ese momento sentía que temblaba. No era valiente, no se consideraba así. Resistente tal vez, pero nada más. Siempre fue una cobarde, y por eso Cheltine la dejó.

"Ven conmigo, escapemos de aquí. Este lugar solo te trae dolor y miserias, ¿qué vas a ganar quedándote con esa gente? ¿Por qué tienes que seguir aguantando que te hagan daño? Vámonos, encontremos una forma, ayudemos de verdad. Hay un camino para nosotras, pero por favor, ven conmigo...", le rogó aquella vez. Y sí, Cenneth recordaba con claridad cada una de esas palabras, porque a veces se arrepentía de no haberla escuchado. Fue una tonta terca, una cobarde. Cheltine nunca se atrevió a llamarla de esa manera, tal vez para no herirla, pero su mirada se lo gritó todo el tiempo. Fue la despedida más amarga que recordaba.

La conocía desde siempre, pero no supo que la amaba hasta más tarde, cuando fue capaz de reconocer sus sentimientos. Y eso fue a una edad pronta, diez años tal vez. Un día se dio cuenta que cuando corrían de la mano, en medio de sus juegos, ella era tan feliz y sentía tanto cariño explotando en su pecho que no podía controlarlo. Que le parecía la niña Nay más bonita de todas, y que lo único que quería era pasar los días a su lado. Lo más lindo no solo era lo que sentía, sino que Cheltine correspondiera.

El primer beso llegó como jugando, los escapes para verla también. Casi siempre ocultaba los golpes y las lágrimas de Nhesto, porque no quería que su amigo la viera sufrir. Pero con Cheltine fue distinto, con ella se sintió cómoda para contarle su verdad y llorar entre sus brazos. Ella la vio resistir y aguantar. Tal vez fue eso lo que creo en la joven el deseo de la lucha. No iba a engañarse, no solo fue por sus circunstancias, fue por todo. Cheltine era una muchacha harta de la situación de su pueblo, y no se conformó con quejarse. Ella quería hacer algo, iba a hacer algo.

Cenneth moría de miedo cada vez que se enteraba de que la chica iba a asambleas o reuniones clandestinas, incluso una vez enfrentó a un capataz y luego tuvo que esconderse para que no la molieran a golpes. Entendía que lo mejor para ella fuera irse, que así encontraría su camino. Lo que Cheltine nunca comprendió fue que no quisiera seguirla. ¿Qué habrá pensado ella? Nunca tuvieron tiempo de aclararlo. Seguro le rompió el corazón, seguro que pensó que no la quería lo suficiente como para dejar todo. Pero también la decepcionó y mucho. Nunca cambiaría, siempre sería la misma Cenneth cobarde que aguantaba los golpes y agachaba la cabeza.

Cenicienta y los olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora