Por alguna razón estuvo segura de que les esperaba una reprimenda. Por más gestos de respeto que hicieron, por más que el escogido hubiera llegado con la lanza que confirmaba su triunfo. Incluso podría jurar que lo de Uku ni siquiera le pareció tan grave como el resto, pues apenas la deidad exigió explicaciones, y las escuchó, su gesto cambió. Increíble como de verdad podía decir que era un "gesto", cuando en realidad se trataba de un cúmulo de agua con cierta forma casi humana.
—Bueno, mi conclusión es que ustedes tienen caca en la cabeza —dijo Mallku muy tranquilo, y a Adelthy le pareció que todos contenían la respiración mientras este hablaba—. ¿No van a decirme nada? Nada del tipo "Oh, querida deidad, no quisimos hacerle enojar", o del que menos me gustaría "Es usted un alto espíritu, no debería decir caca. Mejor excremento, que suena a algo que diría una deidad decente". ¿Y bien?
Pero nadie quiso responder, ni siquiera ella. De pronto se sintió estúpida, y también culpable. Y tal vez sí, tenía caca en la cabeza. Bajó el rostro con arrepentimiento, porque al menos ella tuvo que reaccionar bien. Ella que sí sabía de marcas malignas, de tratos, de espíritus. Y, sobre todo, porque pasó días conviviendo con esa muchacha y sabía que Cenneth no podía ser malvada, que había una explicación coherente para esa la marca.
No quisieron escucharla, ella incluso sacó su piedra para defenderse. ¿Acaso no recordaba lo que pasó la última vez? Por poco la mata en la montaña por el golpe de luz, ¿en verdad sería capaz de hacerlo de nuevo, y a consciencia?
—Ah, qué desastre. —El tamaño de Mallku se redujo. Se puso al nivel de todos, así al menos podían hablar cara a cara—. Si tan solo hubieran traído a la duquesa con ustedes, podría perdonarlo. Solo que, no sé, tal vez... puede ser. Es una idea loca, ¿eh? Pero yo no ayudaría jamás en la vida a los estúpidos que humillaron a mi novia y después la abandonaron a su suerte —continuó con un evidente tono lleno de ironía—. Digo, ¿son novias? ¿Se puede decir eso? En mis tiempos, las mujeres se casaban.
—Lo lamento tanto, Mallku —respondió Nhesto, al fin. Tenía la cabeza gacha, y una rodilla apoyada en el suelo de la cueva sagrada. La mano que sostenía la lanza parecía temblar, eso la sacerdotisa lo notó—. Sé que hice mal, debí siquiera decir una palabra, cualquier cosa. Me duele, me duele tanto haber dejado que se fuera pensando que la abandoné, que la condeno. Lo juro, nunca podré perdonarme por dañarla tanto. Es lo único que hago, la lastimo, y la lastimo. Una y otra vez, no aguanto más... —se le quebró la voz. A ese punto, hasta Thaenya tenía lágrimas en los ojos. Pero eso no conmovió a la deidad en absoluto.
—Si, si. Llora, mereces desahogarte, y de paso sentirte culpable. Ojalá esa chica los perdone, porque yo no podría. Por cosas menores he destruido valles, ¿saben? Ah, sí, deben saberlo, se supone que me adoran. —Nhesto no dijo nada, pero Adelthy vio como las lágrimas mojaban el piso debajo de su rostro.
—¿Qué se supone que debimos hacer entonces? —preguntó Robloc, sacando cara por su amigo. Y sí, de lejos era el más atrevido ante Mallku, aunque a este no le importaba.
ESTÁS LEYENDO
Cenicienta y los olvidados
FantasiCenneth es la hija legítima del conde de Nayruth, un antiguo reino caído que aún mantiene sus tradiciones. Obligada a ser parte del servicio, Cenneth encuentra refugio en la gente de su pueblo. Cuando su mejor amigo Nhesto le confiesa que fue elegid...